A pesar de haber pasado a la historia por haber sido el marco de la mayor batalla librada en la Guerra de Corea, la región de Gapyeong, situada al este de Seúl, es conocida por la belleza de sus paisajes, bañados por numerosos ríos y rodeados por pequeñas colinas arboladas que no superan los ochocientos metros de altura y que encierran un recinto aislado y protegido del ajetreo de la vida urbana.

Después de salir de la autopista por una carretera que se adentra en el bosque, se alcanza el solar casi escondido donde debía ubicarse una vivienda unifamiliar y, a cien metros de distancia, una residencia de invitados. El diseño de la primera fue suscitado por su singular telón de fondo formado por tres montañas; imitando este perfil natural se decidió que la nueva vivienda se dividiera en tres edificios con cubiertas a dos aguas, separando su programa, que se extendía sobre una superficie de 170 metros cuadrados, en tres espacios independientes: salón, cocina y dormitorios, todos ellos conectados mediante espacios de circulación. La topografía del terreno en pendiente y la ubicación junto a un riachuelo llevó a situar las tres piezas en el nivel en el que se emplazó el volumen superior, alzándose los otros dos cuerpos sobre pilotes de hormigón armado, para salvar las diferencias de cota.

La dimensión y la disposición de los huecos de la fachada se estudió detenidamente para conseguir que el impresionante paisaje penetrara en la vivienda. Pero la casa no sólo debía disfrutar del panorama, sino que también debía formar parte de él. Para ello se eligieron dos materiales sensibles y fácilmente integrables en un entorno rural como la madera de pino sin tratar y el acero cortén, que podían transformarse con el paso de los años y, del mismo modo que los arces que rodean la casa cambian el color de sus hojas con las estaciones volviendo el bosque rojo en otoño, estos materiales también debían adquirir una pátina con el tiempo que evidenciara su pertenencia al lugar. Para añadir mayor abstracción a las piezas, cada una de ellas se envolvió con una piel que sirve de fachada y de cubierta, sólo interrumpida por las ventanas, que quedaron perfectamente enrasadas pareciendo recortes en esta dermis natural, y por el hueco dejado para esconder el canalón, manteniendo íntegra la continuidad superficial del volumen... [+]