La casa se sitúa en el departamento de Córdoba, en la franja costera del mar Caribe, al norte de Colombia y dentro de un ecosistema de bosque tropical seco. Históricamente, la zona ha sufrido la lacra de la deforestación producida por la ganadería extensiva y la tala de árboles maderables como el mangle, usado en la construcción por su dureza y resistencia, lo que ha afectado a la gran diversidad biológica que albergan los manglares. Con estos precedentes, el proyecto no se concibió como una estructura para resistir al entorno, sino como una construcción permeable que pudiese ser atravesada por el lugar.

Siguiendo la tradición tipológica y constructiva local, la casa se concibe como la suma de dos estratos: una planta baja social, alta y abierta, que funciona como una estancia cubierta para desempeñar en ella las actividades diurnas; y una planta alta más íntima, cuyos espacios se colonizan con usos fundamentalmente nocturnos, organizados mediante una plataforma en la que las camas y los muebles pequeños pueden cambiar de lugar o incrementar en número. El cambio de nivel pauta, de este modo, las actividades nocturnas y las diurnas, generándose así una casa atravesada por la vegetación y el clima en la planta baja, pero más controlada en la alta.

La casa se propone como una estructura abierta y modular de madera certificada medioambientalmente. Para construir la estructura y, especialmente, la cubierta se recurrió a técnicas y materiales locales como la hoja de palma ‘amarga’ (Sabal mauritiiformis) para la cubierta y tallos de palmalata (Bactris guineensis) para los cerramientos.

Las características del clima cálido constante a lo largo de todo el año (en el trópico no hay estaciones) y las temporadas de fuertes lluvias, aconsejaron un diseño permeable a la ventilación cruzada. El espesor de treinta centímetros de la cubierta y el material orgánico empleado en ella garantizan el aislamiento térmico y la impermeabilización de los espacios de la casa, que se vuelcan a las vistas sobre el manglar.