Esta casa de chapa se sitúa en la sierra madrileña, sobre un terreno de áspera belleza caracterizado por la presencia de fresnos y masas de rocas graníticas. Desde el principio se planteó la posibilidad de realizar el proyecto eludiendo los materiales de acabado, entendidos éstos como síntomas de un tipo de construcción que no desea ponerse de manifiesto. Así, los materiales que finalmente se utilizasen debían conformar tanto la obra gruesa como la terminada, en un sistema constructivo más cercano al concepto de ‘montaje’ industrial que al de edificación convencional.

Las caras visibles del muro de cerramiento exterior —que no fachada— son de materiales que sirven al mismo tiempo de encofrado perdido para el alma del muro, consistente en un relleno de hormigón aligerado; el paramento exterior es de chapa de acero cortén, y el interior de tablero madera con placas de cartón-yeso, añadidas posteriormente. Este muro sandwich realizado in situ sin grandes medios técnicos se construyó de fuera adentro. El palastro exterior, de 5 milímetros de espesor, está montado a base de bandas de una misma altura y longitud variable, según un criterio de máximo aprovechamiento de la chapa, sin producción de retales, y de modo que el peso de las piezas permitiera su manejo por dos hombres. Estas chapas se atornillan a una subestructura de perfiles en T y en L (en el caso de las ventanas), que a su vez están soldados a una estructura vertical de tubo que cuelga de los forjados. En el envés de la chapa oxidada se proyectó espuma de poliuretano y se montaron los paneles de cartón-yeso a medida que se rellenaba su alma de la pasta de hormigón.

El forjado de chapa colaborante, sacado de la arquitectura industrial, responde al mismo principio de desnudez constructiva. También el pavimento, mármol amarillo macael, se utiliza en el interior, apomazado, en el exterior, tratado al chorro de arena, y como parte integrante de la calefacción de la casa, que se ha llevado a cabo con suelo radiante...[+]