Formando parte del tejido más regular y denso de la ciudad —a pocos metros de la Rambla de Pulido y de la plaza Weyler—, un solar en esquina que forma parte de una de las típicas manzanas rectangulares ha sido ahora construido con un programa de viviendas y locales comerciales. Enfrentado a una plaza ajardinada y expuesto al sol de poniente, el principal reto del proyecto ha sido conciliar las vistas hacia el espacio público —en el que crecen unos magníficos laureles de Indias— con la protección pasiva frente al calor.

Con apenas noventa metros cuadrados de parcela disponible, el edificio asume un papel mediador, actuando de charnela entre los dos lados contiguos de la manzana con un volumen unitario. Su envolvente tan sólo acusa la estratificación funcional característica del Ensanche de la ciudad: usos comerciales en planta baja y residenciales en los pisos superiores, con una última planta retranqueada a modo de coronación. Dos plazas de aparcamiento flanquean a nivel de la calle el local comercial con entreplanta, que ocupa la esquina junto al acceso propuesto hasta el núcleo de escaleras situado en el fondo del solar. Sobre este zócalo se apoyan sendas plantas con una vivienda de dos dormitorios cada una y dos pisos superiores agrupados en un dúplex de tres dormitorios, al que se le asigna además la terraza del ático. Una escalera —que en las últimas plantas se incorpora como escalera privada del dúplex— y un pequeño ascensor hidráulico integran el núcleo de comunicación vertical, que se ilumina y ventila a través del lucernario habilitado en la cubierta. El escaso fondo edificado ha permitido ventilar todas las estancias directamente por la fachada, dejando únicamente los baños y aseos en el interior de la finca.

Una envolvente pétrea —como una suerte de cascarón de lava seca resquebrajada— protege el interior frente al soleamiento excesivo que incide desde el oeste, y consigue la unidad formal buscada. En forma de pantallas de contorno irregular supeppuestas como escamas, grandes losas de hormigón acabadas en piedra chasnera dejan rendijas verticales entre sí para permitir desde el interior de las viviendas vistas sobre la plaza vecina. En estas grietas se instalan unas carpinterías de madera de morera como cajas de vidrio en cuyo interior se sitúan los mecanismos de control lumínico. En el zócalo del edificio, los muros de hormigón armado visto que forman los paramentos de las dos plazas de garaje se han teñido con veladuras de distintos colores, siguiendo un esquema en franjas verticales que siguen la estructura del encofrado de tablillas.