La torre se concibe como una fusión entre la naturaleza de las inmediaciones de la parcela y las rocas que emergen del terreno. Como si siempre hubieran estado allí, ambos elementos crean una simbiosis donde los volúmenes pétreos y la vegetación se abrazan generando una unidad que acoge las lujosas viviendas. La naturaleza, más frondosa en la base, trepa entre las rocas para quedar atrapada por ellas en las plantas superiores, donde se asoma en busca de luz natural. El diálogo continuo entre ambos elementos crea un espacio fluido que contiene la estructura que soporta la torre.

Las plantas son polivalentes y se adaptan a los distintos perfiles de inquilinos. Se crean así cuatro tipos de apartamentos (de 250 m², de 550 m², de 750 m² y de 1.000 m²) que se pueden combinar en cada planta y que permiten la máxima flexibilidad en cada piso, a los que siempre se puede acceder directamente con el coche. Además de las viviendas, el proyecto ofrece diferentes espacios de relación, donde los vecinos pueden reunirse, disfrutar de las vistas de Taipei, ir a la piscina o a las distintas zonas de recreo que se reparten por todo el edificio. Por último, la torre se remata con unos cuerpos pétreos que ofrecen un símbolo para la ciudad y contienen unos áticos exclusivos.