Esta intervención tiene el objetivo de devolver al río su función de lugar de encuentro, una condición que había perdido debido al deterioro sufrido durante un periodo de desarrollo industrial que lo había convertido en una zona degradada por sus condiciones higiénicas. Para ello se recicla una gabarra hundida, utilizada anteriormente para el transporte de mercancías, con el fin de que sirva de puente entre los berlineses y el río, retomando así la vieja tradición de nadar en el Spree. El proyecto combina el reciclaje conceptual y el material: no sólo aprovecha elementos existentes por motivos económicos, sino que además se centra en arraigar las costumbres y la historia del lugar. La barcaza puede anclarse en diferentes puntos del río y llenarse de agua limpia gracias a la tubería que se encuentra en el fondo de la estructura. Para que el sistema funcione, fueron necesarios varios estudios sobre la reacción de la embarcación ante el peso de los bañistas, que podría desequilibrar el conjunto. Por ello, se crean unas barras estructurales que se fijan al cuerpo de la piscina y al fondo del río.

Posteriormente, Gilbert Wilk y Ana Salinas transformaron la piscina en una sauna con vistas panorámicas para el invierno, con un techo que envuelve el conjunto y permite conservar el agua a una temperatura de 24ºC.