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En la costa de Adeje, al sur de Tenerife y en un enclave turístico de nuevo crecimiento singularizado por la presencia del mar y las montañas próximas, emerge el nuevo palacio de congresos y exposiciones, bautizado con el nombre de Magma.  

El proyecto nace de la síntesis de ambos paisajes combinando grandes bloques de hormigón abujardado, que evocan la lava petrificada, con una cubierta fluida que se desliza con ritmo ondulante sobre los fragmentos ígneos, acotando el espacio en todas sus direcciones. El líquido se desdobla y multiplica dejando grietas de luz y ventilación que intensifican la sensación de ligereza de la sinuosa superficie. Herencia de las construcciones masivas de Le Corbusier, estas doce piezas monolíticas, distribuidas formando un rudo cerco a modo de nuevo Stonehenge, sirven como elementos estructurales y al tiempo funcionan como albergue para instalaciones, aseos e incluso oficinas. 

Para favorecer la flexibilidad de los usos, el edificio consta de tres accesos. La entrada principal, ubicada en la fachada sur, conduce a un vestíbulo ancho, profundo y oscuro que posee un techo de hormigón de escasa altura surcado por profundas grietas iluminadas con teatralidad por Carlos Belda, el director de la Escuela de Artes Escénicas. Estas brechas luminosas conducen al gran auditorio, en donde el espacio se descomprime. Se trata de un lugar de 2.700 metros cuadrados que puede adaptarse a conciertos de orquesta sinfónica, a obras de teatro o dividirse hasta en nueve salas de reunión mediante un mobiliario desmontable y móvil formado por muros, gradas, plataformas y asientos.

La elección de los materiales viene determinada por la búsqueda de la máxima integración del edificio en su entorno; con este fin se utiliza en todos los volúmenes hormigón con árido de piedra chasnera, ya sea con el acabado obtenido del encofrado mediante tablillas de madera o con uno más tosco, gracias al uso de un martillo neumático. La cubierta, realizada con paneles de fibra vegetal y cemento tratado para conseguir un color parecido al de la piedra del lugar, posee una geometría que, desarrollada a partir de las necesidades acústicas, recuerda el mar y el movimiento de las olas. 

El sistema constructivo utilizado es sencillo pese a la complejidad formal resultante. Consiste en una estructura metálica regular de vigas planas, iguales en un noventa por ciento, y una subestructura telescópica cuya altura media es de 45 centímetros. Las entradas de luz se resuelven con una serie de lucernarios que tienden a desaparecer escondidos en las grietas generadas en el encuentro de los distintos elementos.