El proyecto reutiliza un depósito de la antigua refinería de CEPSA y lo convierte en un centro cultural que conserva el espíritu y el patrimonio industrial de la zona. Con el crecimiento urbano de su entorno inmediato, el espacio cultural El Tanque cobra importancia y su fuerza expresiva lo convierte en una pieza estratégica dentro de la ciudad. Para su rehabilitación se aprovechan sus características estructurales, creando un generoso espacio interior que puede ser ocupado libremente por instalaciones artísticas de diferente naturaleza. Se diseña un nuevo acceso discreto, enfatizando la importancia del volumen principal. Se despeja el espacio y se adapta el sistema eléctrico, así como la iluminación de emergencia, que se coloca integrada en los pilares. Según avanza el desmantelamiento del resto de la refinería, se aprovechan los desechos que ésta genera: la puerta pivotante de acceso, las torres de luz que iluminan el espacio exterior, los bidones convertidos en lucernarios improvisados y muchos otros elementos que se rescatan antes del desguace. Además, la actuación utiliza una antigua pasarela del puerto marítimo que, descontextualizada, sirve ahora de puente de acceso desde la calle. La idea del reciclaje se lleva al extremo e incluso se contrata a los propios industriales de la compañía para realizar la obra.