Sobre un pequeño altozano rocoso con vistas panorámicas del valle, de las montañas y del pueblo de Artá, se levanta esta segunda residencia concebida como observatorio privilegiado de amaneceres, atardeceres y tormentas. El proyecto consistió en la adaptación de la forma de uso tradicional de un refugio de pastores al de vivienda mínima contemporánea. Para ello, el esquema reproduce simétricamente el volumen original con el objetivo de mantener sus condiciones tipológicas y de funcionamiento técnico. Las fachadas, construidas con sistemas en seco, fomentan un diálogo medido y voluntario con el clima local. Ver, iluminar, ventilar o exponerse al sol son operaciones diferenciadas en dos familias de huecos y portones, que dotan a la construcción de un carácter ambiguo y enigmático. El interior, por su parte, reproduce el esquema primitivo de tres estancias —animales, pastores, forraje— y se divide en dos crujías con orientaciones diferentes: al norte se disponen cocina, dormitorio, baño; y al sur comedor, estar, estudio. Cada estancia cuenta con un único gran objeto —mesa, sofá, escritorio, tótem de baño, cama, isla de cocina— que la define y que se replica en otra familia exterior —cenador, banco, mesa, ducha, hamaca, barbacoa— dando lugar a una segunda vivienda al aire libre...[+]