Oficinas y laboratorios Johnson, Racine
Frank Lloyd Wright 

Oficinas y laboratorios Johnson, Racine

Frank Lloyd Wright 


La compañía S.C. Johnson se convirtió en 1917 en una de las primeras empresas norteamericanas que repartía beneficios entre sus empleados. Gracias a su cera autobrillante Glo-Coat, superó con éxito la Depresión de principios de los años treinta, y Herbert F. Johnson Jr., nieto del fundador, decidió construir una nueva sede.

Wright y Johnson tenían muchas cosas en común, entre ellas el conducir un Lincoln Zephyr, el coche más caro y elegante producido por la industria norteamericana. Se hicieron buenos amigos; Johnson le encargó la construcción de los edificios de su empresa y su propia casa, además de contribuir a la financiación de la hermandad de Taliesin.

El conjunto de la Johnson Wax se realizó en dos etapas. En la primera (1936-1939) se levantó el edificio administrativo, una construcción hermética desde el exterior, pero que alberga uno de los espacios interiores más famosos de la arquitectura del siglo XX. Consiste en un gran rectángulo con esquinas redondeadas, ordenado mediante una retícula de columnas exentas con una curiosa forma de seta. Estos soportes de hormigón van aumentando de diámetro a medida que se elevan, para acabar en una pieza plana y circular. La superficie vidriada que rellena los huecos entre dichas piezas contribuye a dar a esta cubierta el aspecto de un estanque con nenúfares. Resuelta así la estructura portante, los muros perimetrales de ladrillo sólo tienen una función de cerramiento, lo que se manifiesta mediante una banda continua de vidrio que rodea el edificio por donde tradicionalmente correría una comisa.

Además del hormigón armado y el ladrillo, Wright usó aquí un material insólito: el vidrio Pyrex en forma de tubos paralelos que, yuxtapuestos, dejan pasar la luz impidiendo las vistas.

Wright superó ampliamente el presupuesto de este edificio, pero su fiel cliente le encargó también una torre de laboratorios (1944-1950). Aquí el arquitecto pudo hacer realidad una idea diseñada en 1929 para la torre St. Mark. Se trata de una estructura literalmente arbórea, con una cimentación en forma de raíz primaria, y un fuste central a modo de tronco del que van saliendo plataformas horizontales en voladizo como si fueran ramas. Sus catorce pisos van alternando entre la planta cuadrada y la circular, funcionando éstas últimas como altillos de las primeras. El volumen exterior se va ensanchando levemente en altura, y está resuelto con las mismas bandas de ladrillo rojo y tubos de vidrio.

Ambos edificios son monumentos nacionales desde su construcción y forman parte de la lista de los 17 protegidos por el AIA…[+]


Apertura
Vista de la entrada para coches.

Fotos
Ezra Stoller, Paul Rocheleau.