Una iglesia en el agua. Este fue el sencillo punto de partida del encargo para la construcción de un templo enclavado en el interior de la isla de Hokkaido, al norte de Japón. Sobre un llano rodeado por cadenas montañosas y un denso bosque de hayas y arbustos se levanta este complejo formado por dos cubos superpuestos, un lago artificial rectangular y un muro en forma de L que encierra el conjunto.

Con un marcado carácter paisajístico, la ruta de acceso discurre en paralelo a la tapia perimetral que debido a su altura oculta la presencia del lago, apreciable tan solo a través del murmullo, hasta cruzar un umbral que confronta al visitante con el agua por primera vez. Este recorrido exterior culmina en el pabellón de acceso, un cubo vítreo y luminoso con cuatro cruces de hormigón. Mediante una escalera en espiral, oscura y recogida, se desciende al espacio ceremonial que se abre al paisaje a través de un gran ventanal. Además de por la continuidad del pavimento de granito oscuro, la disolución del límite entre el interior y el exterior se ve reforzada por la presencia de la cruz del altar sobre el agua, extendiendo el espacio sagrado al paisaje y fundiendo la experiencia espiritual de los fieles con la naturaleza...[+]