Situado en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona, en Cerdanyola del Vallès, el edificio ICTA-ICP es un centro de investigación en ciencias ambientales y paleontología. En coherencia con su función, desde el principio se apostó por una obra concebida conforme a ambiciosos criterios de sostenibilidad. El proyecto cuenta con cinco plantas sobre rasante y dos subterráneas. En planta baja se encuentran el vestíbulo de entrada, un bar, varias aulas y salas de reunión y el área de administración; mientras que en las tres plantas siguientes se sitúan los despachos y laboratorios y en la cubierta los huertos y las zonas de descanso. Por su parte, en los sótanos se emplazan los almacenes, el resto de los laboratorios, el aparcamiento y las salas de máquinas. Los despachos y los laboratorios tienden a ser calurosos, por lo que el edificio se diseña para aprovechar esa carga interna en invierno y disiparla en verano. El centro es una infraestructura flexible y adaptable a posibles cambios de uso.

La estructura es de hormigón, por lo que posee una vida útil larga y gran inercia térmica, lo que colabora directamente en el confort pasivo de la obra. Esta estructura se protege con una piel bioclimática exterior, construida a partir de sistemas industrializados de invernaderos agrícolas, que se abre y se cierra automáticamente para regular la captación solar y la ventilación. Cuatro patios verticales garantizan estas condiciones en el interior del edificio. Así, el consumo de luz artificial se reduce, y, gracias a la vegetación, se ajusta el gradiente de humedad. En el interior, embebidas en este clima mejorado, se disponen unas cajas de madera aisladas y dotadas de aberturas de vidrio practicables, cuya posición varía en cada planta según las necesidades de los usuarios.

El proyecto acoge tres tipos de climas asociados a diferentes intensidades de uso: los espacios intermedios emplean sistemas pasivos y bioclimáticos; en los despachos se combina la ventilación natural con sistemas radiantes semipasivos; y los laboratorios y las aulas presentan un funcionamiento más hermético y convencional. Cada uno de estos climas tiene sus sistemas asociados, y el comportamiento ambiental del edificio se controla mediante un sistema informático automatizado que procesa y gestiona una importante base de datos para optimizar el confort y el consumo energético. Mediante este sistema se maximiza el comportamiento pasivo del campus, mientras que el uso de energías no renovables queda reducido al mínimo. La obra reacciona y se adapta constantemente, abriéndose y cerrándose, activándose y desactivándose; y consigue así agotar las posibilidades naturales que nos ofrece el propio medio.