Toda la actividad urbana que la avenida Diagonal recoge en su largo recorrido por el Ensanche de Barcelona quedó atrapada, transformada y diseminada hacia el mar y la costa por medio de lo que se dio en llamar, durante la celebración del Fórum de las culturas, la ‘explanada’, una superficie de 167.000 metros cuadrados que sirvió de base para las distintas actividades que se desarrollaron de mayo a septiembre. 

La Diagonal quedaba hasta entonces cortada de forma radical por la Ronda Litoral, una vía rápida de salida de la ciudad que pasó a discurrir bajo el punto de entrada al recinto; la explanada prolonga el ‘brazo’ diagonal que llega de la urbe y lo abre, en forma de ‘mano’ con varios ‘dedos-apéndices’, hacia una escuela de vela, una nave para dique seco, las instalaciones de una depuradora y algunos servicios del puerto deportivo, prolongándose hacia el mar a través de un parque en pendiente que la vincula con las playas; un apéndice en sentido sur y norte rodea futuros edificios universitarios y toma la dirección del barrio de la Mina y de las escaleras de bajada al puerto. Todos los dedos se han diseñado como miradores-acantilados, remates de la plataforma que emergen del agua que baña el puerto y se enfrentan, ya a cierta altura, al horizonte lejano del mar.

Como un guante de colores, un pavimento de asfalto de cinco tonos diferentes cubre la superficie de la explanada. Desde este nivel, que sirve de base al edificio Fórum y al nuevo centro de convenciones, emergen las chimeneas y servicios de la depuradora. Los bordes de los dedos se definen con una construcción de ‘ha-has’, escaleras continuas que bajan hasta un pasillo perimetral protegido por una barandilla al mismo nivel que el pavimento; la barandilla queda así camuflada y los dedos se contemplan limpios hasta el final, como sucede en los muelles. Tanto los elementos de borde como los ‘ha-has’ y los escalones son de hormigón visto. 

Lenguas de césped, que recuerdan también a los dedos de una mano, se entrelazan con los de asfalto procurando a los visitante áreas de descanso. Una majestuosa pérgola de grandes dimensiones se levanta al final del apéndice más alejado. Se trata de un plano al bies, inclinado a 35 grados, soportado por cuatro patas torcidas de hormigón y cuya presencia constituye el remate último, y ligeramente inclinado, de la Diagonal: más allá sólo queda el mar, que se alcanza por medio de una escalinata. La pérgola, que incorpora placas fotovoltaicas, recibe la luz del sol y genera al mismo tiempo sombra para los ciudadanos y energía para la ciudad.