La densidad de la edificación, el trazado tortuoso y las reducidas dimensiones de la red viaria aconsejan evitar el tráfico rodado en los cascos históricos de las ciudades, donde peatones y vehículos están abocados a una convivencia difícil. Además de estos inconvenientes, la ciudad de Toledo se asienta sobre una topografía escarpada que siempre ha dificultado el acceso a su centro urbano. Si en el pasado fue el ingenio de Juanelo el que consiguió llevar el agua hasta la zona alta por medios mecánicos, ahora una escalera automática permite el acceso peatonal al punto más elevado de la ciudad desde el aparcamiento para 400 vehículos en el paseo de Rodadero, ambos previstos dentro del plan urbano para restringir el tráfico rodado en el casco histórico de la antigua capital de España.

Para evitar el paseo fatigoso que supondría caminar por una ladera escarpada que salva hasta 36 metros de desnivel, la escalera mecánica inicia su recorrido junto al aparcamiento de la puerta de la Bisagra para concluir junto al edificio de la Diputación. La importancia paisajística de esta loma —primera imagen deToledo al llegar desde Madrid — llevó a integrar la escalera en una incisión en la tierra, una grieta que zigzaguea en el plano inclinado que se extiende entre la muralla medieval y la calle Subida de La Granja. Como si se tratara de una puerta actual del recinto amurallado, entre las del Cambrón y La Bisagra, un pequeño paso cubierto abierto bajo la cimentación de la muralla inicia el recorrido de ascenso. La división en seis tramos permite adaptarse fácilmente a la topografía, evitando la sensación de vértigo que produciría al usuario ver toda la escalera de una sola vez. En la cumbre, un mirador ofrece una última vista sobre la extensa llanura antes de que el turista se sumerja en el abigarrado entramado urbano del casco histórico.

En su trazado semienterrado, la escalera está protegida por la funda entreabierta de hormigón que forman su cimentación, el muro de contención de tierras y una cubierta inclinada que permite dar continuidad a la pendiente ajardinada de la ladera, levantándose ligeramente para acompañar el recorrido de ascenso con la panorámica cambiante de la vega del Tajo. El antiguo uso de la ladera del Rodadero como vertedero de escombros dificultó en gran medida las obras, obligando a llevar la cimentación hasta el estrato rocoso situado a treinta metros de profundidad. Toda la incisión en el terreno se ha realizado con el mismo material monolítico y continuo, un hormigón de color ocre que prolonga en el alzado norte de la ciudad los colores terrosos de la arquitectura tradicional toledana.

La división de la escalera en seis tramos permite adaptarse con un trazado en zigzag a la topografía, evitando además la sensación de vértigo que produciría en el usuario ver toda su longitud de una vez.

La carcasa entreabierta de hormigón que alberga la escalera culmina en un mirador que enmarca una última panorámica de la llanura antes de que el turista se adentre en el angosto entramado de calles del casco histórico.


Cliente Client
Ayuntamiento de Toledo

Arquitectos Architects
Elías Torres & José Antonio Martínez Lapeña

Colaboradores Collaborators
V. Argilaga, J. Ballestero, N. Bordass, G. Bosch, M. Delso, S. Felipe, M. García, S. Larramendy, S. Martínez, F: Murphy, T. Nöel, A. Nurberger, P. Olivier, A. Reiber, M. Thomaas, I. Ugaarte, F. Vizoso

Consultores Consultants
G. Rodríguez (estructura structure); A. Guirao (topógrafo surveyor

Contratista Contractor
Necso

Fotos Photos
David Cardelús; Roland Halbe