Casa en Cap Martinet, Ibiza

Martínez Lapeña & Elías Torres 


La arquitectura de Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña se mantiene al margen de cualquier teoría o método. Ellos huyen del corsé y se mueven con facilidad fuera de casilla en el blanco del papel, y si tuvieran que trabajar sobre una trama modular elegirían, como se dice de Aalto, el milímetro o menos. Como los arquitectos manieristas del Déco pero con la mentalidad abstracta que les aparta de los estilos históricos, prefieren disponer de la mayor libertad de movimientos. Por eso, como ocurre en las composiciones de Chick Corea o Miles Davis, es tan fácil encontrar en sus elaboraciones rastros formales de intereses múltiples.

La casa de Cap Martinet es una construcción de volúmenes y planos imprecisos y fragmentados, de estructura y organización difíciles de interpretar si sólo se cuenta con unos dibujos. Al sol de Ibiza, sus exteriores son tan agresivos como cristales de cuarzo; sus aristas vivas y sus sombras cortantes hacen esperar ver sus cubiertas, sus terrazas y sus afloraciones laminares suavizadas, decoradas por la vegetación como ocurre en la casa Ottoleghi, el referente scarpiano para su relación con el entono próximo.

Al tiempo, los interiores son fluidos, chatos y dilatados, de límites amortiguados por terrazas que los amplían y vuelos que los protegen del sol; son estancias invadidas por los fantasmas de Coderch: de trazo contagiado de la libertad mironiana de la casa Ugalde, pero sobre todo deudores de las perspectivas cruzadas que hacían amplios los diminutos cubículos de las viviendas de la Barceloneta. Su compartimentación ligera e ingeniosa los emparenta con aquellos espacios desmontables de la casa Schroeder, aunque liberados del ejercicio de mínimos dimensionales a los que se sometía la arquitectura de entreguerras y de su filiación ortogonal al neoplasticismo.

La simplificación de materiales elegidos de la tradición mediterránea —pintura blanca como la cal y cerámica dorada—, acompañada por la cerrajería escueta de la escuela danesa, facilitan la comprensión de sus espacios escorzados, que encontrarían difícil acomodo en arquitecturas de mayor complejidad material. La casa protege sus espacios interiores y exteriores de las miradas vecinas por los muros que se disparan más allá de lo estricto para soportar las terrazas, que se separan de las fachadas proporcionando un exterior resguardado a los espacios de servicio, o se quiebran precisos como los lienzos de un marco para definir un recorte en el paisaje...[+]