El principal reto que suponía ampliar la escuela agrícola de Burgusio con un nuevo edificio de 2.500 metros cuadrados era respetar su singular contexto, justo al pie de la fortaleza medieval de Castel Principe y frente a la abadía barroca de Santa María. De ahí que el proyecto se concibiese desde el principio como el resultado de modificar la ladera frente al castillo para que pudiera acomodarse enterrado el complejo y extenso programa de la escuela: nueve aulas, salas de reunión, seminarios, tiendas y una central de calefacción.

Todo ello se ha dispuesto en una pieza telúrica cuya cubierta verde continúa la colina adyacente, y que se extiende a lo largo de 100 metros, delineándose en tres quiebros correspondientes a la geometría de las curvas de nivel del terreno original. La anchura de la crujía —que oscila entre los 23 y los 12 metros— permite organizar el programa de manera que los servicios se disponen en la franja exterior, mientras que las aulas lo hacen en torno a tres patios de planta cuadrada —el mayor de los cuales de 11 metros de lado— que ventilan e iluminan el edificio.

Los dos únicos elementos constructivos que se manifiestan al exterior son las sutiles barandillas de chapa de acero perforado que protegen la cornisa de los patios, y las dos puertas de acceso al edificio que horadan el hermético muro de mampostería de la fachada principal.