Ubicada en la antigua parcela de la empresa lechera Wiener Molkerei, junto a la Universidad de Economía de Viena y el parque Prater, esta residencia de estudiantes recrea la esencia de la arquitectura de finales del siglo xix que caracteriza el popular barrio Leopoldstadt. Así, una fachada decorativa, formada por marcos y contraventanas de color cobre, evoca la elegancia de los edificios de su entorno, sin necesidad de imitar sus relieves historicistas.

En el interior, los apartamentos se distribuyen de manera compacta y racional en torno a un corredor central. Sin embargo, a diferencia de los oscuros y uniformes pasillos convencionales, este espacio se ilumina mediante pozos de luz que atraviesan los forjados y comunican visualmente varios niveles. Situados de forma alterna a lo largo del recorrido longitudinal, estos elementos singulares rompen la continuidad espacial y crean zonas de encuentro frente a las habitaciones, lo que genera un ambiente íntimo y agradable que se aleja del carácter impersonal frecuente en este tipo de programas residenciales.

Desde el punto de vista climático, el proyecto consigue altos niveles de confort reduciendo al mínimo el consumo de energía, y cumple los estándares del sistema Passivhaus. La compacidad de la volumetría, la inercia de la fachada —que llega hasta los 45 centímetros de espesor— o la gran cantidad de ventanas que reciben incidencia solar son algunas de las estrategias arquitectónicas que contribuyen a que el edificio sólo necesite calefacción adicional durante unas 500 horas al año. Este logro bioclimático no compromete, sin embargo, la comodidad de los usuarios ya que un sistema de ventilación con recuperación e intercambio de calor permite que cada estudiante regule la temperatura de su apartamento.

Con casi dos metros de altura, las ventanas no son simples aberturas, sino que forman parte de un sistema de fachada multicapa. La profundidad del muro se subraya mediante la inclinación de las jambas que, además, optimiza la incidencia solar y las vistas. Los marcos metálicos de color bronce enlazan los huecos de dos en dos de forma escalonada, añadiendo dinamismo y variedad a los alzados. A este efecto se une la posibilidad de abrir o cerrar las contraventanas deslizantes de forma individual dejando ver cuadros coloreados de verde, lo que añade un factor aleatorio a la composición general. Las habitaciones cuentan asimismo con un mecanismo electrónico que interrumpe el flujo de aire climatizado cuando se abren las ventanas.