La nueva sede principal de la empresa alemana Ernsting se sitúa en el pequeño pueblo de Coesfeld-Lette, al oeste de la ciudad de Munster, en la región teutona de Nordrhein Westfalen. El proyecto, construido sobre una pradera, se enfrenta a dos centros de distribución preexistentes, diseñados respectivamente por Santiago Calatrava en los años ochenta y por Schilling Architects a finales de los noventa. El tercer edificio viene a completar las instalaciones de esta empresa textil, ofreciendo espacios de oficinas tanto para sus numerosos gerentes de negocios y jefes de ventas como para el departamento de investigación y desarrollo.

La idea fundamental del diseño fue romper el bloque de dos plantas inicialmente propuesto para ofrecer una relación más estrecha entre cada uno de sus espacios y el paisaje circundante, permitiendo así una vinculación entre interior y exterior más intensa y abierta. Esta estrategia de fragmentación de la masa edificada encontró un importante apoyo en el cliente, que buscaba identificar cada sector del grupo Ernsting con una envolvente arquitectónica original y propia. Estas circunstancias favorecieron la aparición de una serie de patios interiores en el diseño que dotaron al conjunto de un centro neurálgico capaz de estructurar las diferentes partes del programa, ofreciendo además espacios de oficina abiertos, bañados por una abundante luz natural.

La sensación de apertura se enfatiza gracias a los pórticos y terrazas que, ejecutados a base de piezas monolíticas de hormigón prefabricado, rodean tanto el perímetro exterior del edificio como sus dos atrios interiores, el mayor de los cuales actúa como pieza principal de acceso y área de encuentro de sus usuarios. El lenguaje deliberadamente sereno de la fachada de hormigón encuentra su continuidad en los espacios interiores mediante el uso de materiales como la madera en la recepción o el terrazzo claro del suelo. Sin embargo, el verdadero protagonista del vestíbulo es un relieve obra del escultor Ludwig Gies que parece introducir un aura casi sagrada en el lugar, una sensación amplificada por la gran ligereza que aporta la cubierta acristalada.

Dentro, las oficinas presentan una planta diáfana con muy pocas estancias cerradas que fragmenten el espacio, lo que permite vistas cruzadas tanto a los patios interiores como al paisaje exterior que rodea el edificio. Como refuerzo a esta fuerte sensación de ligereza y horizontalidad, la propuesta se eleva ligeramente sobre la cota del terreno, dando una imagen de ingravidez en la que su masa solida aparenta flotar con levedad sobre el suelo.