En el campus San Francisco de la Universidad de Zaragoza, el Centro de Investigaciones Biomédicas ocupa una estrecha parcela entre el Hospital Clínico y el recinto deportivo universitario. Por su localización, el espacio tenía un carácter residual, sin accesos definidos y con un gran desnivel en la dirección este-oeste. El reto principal fue, por tanto, encajar el proyecto en el lugar, solucionando los cambios de cota y resolviendo las circulaciones peatonales. Además, esta posición estratégica entre un gran edificio y un gran vacío exigía una respuesta que dotase de visibilidad al nuevo centro y lo vinculase tanto al complejo hospitalario como a la facultad de Medicina.

Las diferentes plantas, que se adaptan a la geometría longitudinal de la parcela, se superponen estableciendo un diálogo volumétrico con los edificios del entorno. Una piel de lamas metálicas envuelve cada nivel de forma continua, lo que aporta una imagen unitaria al conjunto. Esta continuidad se refuerza gracias a que las esquinas se redondean evitando fragmentar los volúmenes en planos. El sistema de lamas motorizadas permite, además, que los usuarios puedan regular la entrada de luz en función de sus necesidades concretas y variar la incidencia solar, abriendo la celosía en invierno para captar energía y cerrándola en verano para protegerse del calor. Entre esta primera pantalla permeable y el límite interior, se crea un colchón térmico que amortigua los cambios de temperatura, ya que favorece la circulación del aire a lo largo de la fachada en la dirección vertical. Las lamas, construidas mediante aluminio extrusionado, cuentan con una cara lisa y otra estriada conformada mediante moldes de perfil irregular.

Una ligera rampa y una escalinata dan acceso a la cota más alta del terreno donde se sitúa la entrada principal que coincide con la segunda planta del edificio. En este punto, la fachada se retranquea para delimitar un espacio protegido de la lluvia y canalizar el flujo peatonal hacia la puerta.

La complejidad y las necesidades específicas del programa se traducen en un esquema eficaz tanto en planta como en sección. Las comunicaciones verticales se sitúan en el centro y en los dos extremos de la pastilla longitudinal, dividiendo el espacio en tres sectores principales. En los niveles subterráneos se disponen las áreas restringidas, como los quirófanos o el estabulario. Sobre ellas, emergen dos plantas semienterradas que acogen los laboratorios y las áreas de trabajo. Por último, en una pieza de menor tamaño y exenta, se sitúan los espacios de gestión y la maquinaria técnica.