En la casa S se aborda la construcción de una vivienda para un grupo de seis personas —padres, abuelos y dos hijos— sin recurrir a los tradicionales estereotipos sobre la familia que, ante la variabilidad de los programas y la identidad cada vez menos precisa de sus vínculos y jerarquías, no pueden ya jugar un papel decisivo en la conformación de lo doméstico. Las necesidades de esta familia que agrupa bajo el mismo techo a tres generaciones distintas comprendían una sala donde sus miembros pudieran comer juntos y relacionarse, baños y cocinas independientes para cada pareja, así como dormitorios con el suficiente grado de privacidad para todos.

Los arquitectos han materializado este conjunto de demandas en un cubo de policarbonato ondulado que aloja un núcleo compacto donde se sitúan los dormitorios, rodeado por un espacio anular de doble altura; sobre éste se sitúa la plataforma que se utiliza como sala de estar para toda la familia. Lo íntimo, lo privado, se repliega en un núcleo que interpone entre sí y la densidad de la ciudad japonesa una secuencia de capas que forman una banda ahuecada, invirtiendo los esquemas tradicionales de masa y espacio.

Mediante esta traslación del esquema topológico de la casa del bosque, que permite alargar, ensanchar la vivienda y hacerla transitable en su perímetro, cada habitación coloniza un segmento de la galería que comunica las habitaciones. Al tiempo, esta galería sirve de filtro —incluso climático— con el exterior. Las particiones exteriores de las habitaciones son, en realidad, puertas plegables que permiten regular la luz y la privacidad, posibilitando o bloqueando también las conexiones entre los espacios. Se trata de una propuesta que hace hincapié en qué ámbitos se conectan y cuál es la naturaleza de sus vínculos, en vez de insistir en la fragmentación del programa o en la reformulación de los atributos de la domesticidad.

La casa S desmiente sutilmente la falta de sentido de continuidad histórica que se atribuye a la obra de Sejima y Nishizawa. Los interiores, cálidos por el uso predominante de la madera, aparecen bañados por una luz tenue y difusa, que se puede modular manipulando las lamas de madera del salón o las particiones de la planta baja. Se evoca así la atmósfera de la casa tradicional japonesa sin alusiones explícitas. Por último, la piel muda de policarbonato no es un mecanismo de oposición o negación de lo urbano, sino un atuendo de normalidad. Con él la casa esconde su compleja identidad y se integra sin conflictos en la ciudad...[+]


Arquitectos Architects 
Kazuyo Sejima, Ryue Nishizawa 

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Shinkenchiku-Sha