En una colina al norte de Madrid, con la sierra como fondo, como paisaje de horizonte lejano, en lo más alto, una casa para Ana.

Una vez más, intentamos levantar la casa más hermosa del mundo.

Y para atrapar ese paisaje panorámico de 360º, proponemos en lo más alto de la casa un belvedere donde se esté como en la gloria.

Para posarlo, construimos un podio de piedra, caliza de Campaspero, de dos plantas, en el que excavamos convenientemente los huecos, las ventanas, para ver y dar luz y ventilación a las estancias.

Geométricamente nos basamos en un cuadrado de 12×12m, dividido en nueve cuadrados de 4×4. Como si de un ejercicio del Précis des leçons d’architecture de Durand se tratara. Con un cierto aroma palladiano.

En planta baja, abierto a sur, un estar amplio, protegido por una ligera veranda. El plano del suelo se prolonga hasta una piscina al borde. En la fachada norte se abre la entrada principal. Flanqueándola, la amplia cocina y el comedor. En el centro de esa planta, un vestíbulo general cuadrado de 4×4m por el que se accede a la escalera y al ascensor. En planta alta, los dormitorios en las cuatro esquinas.

Para apoyar esta construcción en la colina, un podio en hormigón, de color entonado con la piedra.