En un lugar maravilloso, que es como un trozo de paraíso terrenal, levantamos un plano infinito frente al mar infinito, la casa más radical que hemos hecho. Al borde mismo de las aguas del Océano Atlántico, no lejos de las ruinas de Bolonia, donde el mar une el nuevo y el viejo continente, surge una plataforma de piedra. En el lugar por el que cruzaban y cruzan todas las naves que vienen del Mediterráneo a abismarse en el Atlántico.

Construimos un poderoso podio en travertino romano cuyo plano horizontal superior se convierte en el protagonista del espacio, extendiéndose en parte por el terreno hasta tocar el muro de entrada. Dentro del podio, bajo esa plataforma que es como un témenos, la casa.

El plano horizontal es el límite entre lo tectónico y lo estereotómico, entre la cabaña y la cueva. El elemento superior desaparece y sólo nos queda la plataforma desnuda. Sobre esta plataforma pétrea levantamos unos muros laterales, atrás, para protegernos de los fuertes vientos que allí olvidó Eolo. Como si de una acrópolis se tratara. Un témenos donde bajarán los dioses a conversar con los hombres y a brindar con vino de Jerez.

Un plano infinito frente al mar infinito. La casa del infinito...[+][+]