Más que cualquier otra tipología, la casa de un arquitecto es un fiel reflejo de su lenguaje, de sus deseos y de sus inquietudes; en definitiva, de su estilo. La casa que los autores diseñaron para su residencia familiar es un auténtico laboratorio de experimentación en este sentido: muestra un amplio repertorio de gestos y soluciones, tanto constructivas como conceptuales, que más tarde han aplicado en la mayoría de sus proyectos.

La vivienda en cuestión, situada en el centro de histórico de Barcelona, ​​ocupa parte la planta principal de un palacio gótico, con entrada independiente y jardín. La intervención se centró en el redescubrimiento de los elementos originales del edificio con el objetivo de conservarlos e incorporarlos al proyecto: arcos góticos, fragmentos de frescos en las paredes medianeras y un pavimento de baldosas cerámicas. El interior, muy deteriorado, no conservaba en pie ningún tabique. Así, el inicio del proyecto trajo consigo la idea de dividir el espacio con cortinas, aunque la funcionalidad obligó a convertirlas en muebles móviles, puertas de madera en algunos casos y biombos en otros. Las baldosas existentes se conservaron y colocaron al pie de las ventanas, y en ocasiones se combinaron con madera en las paredes...