La bodega Descendientes de J. Palacios estaba ubicada en la localidad de Villafranca del Bierzo, y repartida en diferentes edificaciones y naves. Esta dispersión obligaba a su reconfiguración y agrupación en un nuevo edificio. La vocación de integración con el medio rural en que nació la bodega, el respeto por el medio ambiente recuperando tanto variedades de uva autóctona como técnicas de producción tradicionales, y el arraigo y compromiso, incluso social, con los municipios de Villafranca y Corullón, fueron factores determinantes en la elección del solar para la nueva bodega.

El proyecto parte de dos condiciones previas planteadas por los propietarios, ambos enólogos: que el proceso de elaboración del vino siguiera en lo posible la gravedad, y que su reposo se llevase a unos 20 metros bajo tierra. La disposición de la bodega debía asumir pues estos dos requisitos. De ahí la fragmentación de los volúmenes y la concatenación de los mismos mediante un sistema de patios y vías rodadas que permitiesen comenzar el proceso de elaboración en lo más alto y terminar la expedición de la carga en uno de los patios inferiores. La topografía hizo posible una disposición de cotas que ligara el proceso de producción a la gravedad y redujera los trasiegos al mismo tiempo que aprovechase la inercia térmica del terreno para reducir el gasto energético.

La bodega se estructura en tres volúmenes, bien asentados en el terreno, que permiten reconocer en sus diferentes etapas el proceso de elaboración del vino. El volumen más alto corresponde a la parte que abarca desde la recogida y selección de la uva hasta el embotellado; el volumen inferior está dedicado a las labores agrícolas; y entre ambos, supervisando tanto la producción del vino como su expedición y las tareas del campo, un volumen intermedio se destina a la gestión. La bodega se dispone en torno a tres patios que dan servicio a estos volúmenes en los distintos niveles: patio de vendimia, patio social y patio de expedición.

Este planteamiento en sección da pie a una serie de volúmenes pétreos en los que predomina lo masivo frente a los huecos, que se abren para enfatizar las vistas. Buscando la integración en el paisaje, un basamento de hormigón ciclópeo ancla el edificio al terreno y al lugar. Los volúmenes que de este zócalo emergen se construyen en hormigón armado blanco, con carpinterías exteriores de aluminio con madera. Las cubiertas se resuelven de diferente manera: la de la nave de producción es verde y da continuidad visual a la montaña a la que se liga el edificio; por su parte, las de los volúmenes exentos se construyen con zinc.