El palau de  la Música de Valencia es una de las obras acústicamente más perfectas del malogrado José María García de Paredes, gran experto en proyectos musicales y autor asimismo de los auditorios de Granada y Madrid. Inaugurado apenas hace quince años y convertido en buque insignia de la vocación musical de la capital levantina, el edificio ha sido objeto en el último año de una ampliación que sitúa en un solar contiguo nuevas salas de ensayo, despachos, un aula multiusos y un archivo, además de una cafetería. Tanto la situación del Palau —en los jardines del Turia, formando parte del antiguo cauce del río transformado en un extenso parque lineal— como su personalidad arquitéctonica han determinado la naturaleza de la ampliación, una sucesión de espacios enterrados en dos niveles cuya cubierta ajardinada no altera vi-sualmente la configuración del lugar.

Desde el Paseo de la Alameda, que discurre en paralelo al cauce, un patio en pendiente ornamentado con tres palmeras desciende hasta el primer nivel bajo tierra. Conectado visualmente con este patio y en sentido transversal se aparece, en un nivel inferior, un patio mayor cubierto de césped y salpicado por ocho altos álamos que emergen hasta hacerse visibles desde la calle. Este jardín enterrado ilumina el espacio central de la ampliación, un vestíbulo de disposición rectangular pavimentado con piedra filita apomazada, que a modo de plaza pública jerarquiza y articula las distintas salas. En la zona sur, las áreas de administración, en dos niveles, vuelcan al patio central; se comunican por una escalera interna —que posibilita su independencia del área de los músicos— y reciben luz de un tercer patio, más pequeño, en la parte más meridional.

Alrededor del espacio central se sitúan las es-tancias para los músicos: la sala de ensayo para orquesta se adentra en el lado oeste, mientras que las dos salas de ensayo para grupos y las cuatro salas individuales abrazan el vestíbulo al norte y al este, respectivamente. Un aula polivalente y el archivo completan esta zona, separadas por la muesca más profunda que el jardín de entrada excava entre ambos. La madera, el vidrio, el hormigón y la piedra se van combinando dentro y fuera de los ámbitos, diluyendo el límite entre el exterior y el interior. Rompiendo la ortogonalidad de la planta y posibilitando una terraza exterior que comparten músicos y oficinistas, la cafetería se abre hacia el Turia. Una rampa dispuesta a lo largo de la avenida conduce hasta el área de carga y descarga por debajo de ésta. La conexión directa con el Palau y con la ampliación es posible desde aquí.