El encargo de los propietarios, una pareja con dos hijos, exigía el diseño de una casa que apenas requiriera mantenimiento, que disfrutara de mucha privacidad y una estrecha relación con el jardín durante todo el año, y que contara con un generoso espacio de trabajo. Apenas el sol, la geometría de la parcela (casi cuadrada con un chaflán), un vecino cercano a sur, y una torre de viviendas a norte determinaban el lugar de la intervención.

La vivienda se compone por cuatro capas concéntricas paralelas a los límites del solar, de exterior a interior: una tapia de dos metros de altura que protege de las miradas del exterior; un jardín de ancho variable que rodea la vivienda; una galería que acoge las funciones más públicas y propone una relación directa y cambiante (estacionalmente) con el patio; y por último, el cuerpo central, un volumen masivo de dos plantas que alberga las zonas de noche. Además de por los programas que cobijan, estas dos últimas capas también se diferencian por sus sistemas constructivos. De cubierta inclinada, la galería se ha levantado con elementos ligeros y en seco: estructura de madera y cerramientos de chapa y vidrio. En contraposición, en el cuerpo central se han empleado muros de bloques de hormigón para mejorar la inercia térmica.