Opinión 

'Zoom' y 'flashback'

Opinión 

'Zoom' y 'flashback'

Luis Fernández-Galiano 
01/12/2024


Esta quinta y caudalosa entrega de la obra de Herzog & de Meuron solo sé presentarla haciendo un zoom hacia lo más pequeño para ensayar una síntesis, y con un flashback hacia lo más lejano para buscar un posible origen. Lo más pequeño son dos taburetes: el X-Hocker desarrollado para una casa en Suiza y usado públicamente por primera vez en el Pérez Art Museum en Miami, y el Corker diseñado para el pabellón de la Serpentine Gallery en 2012, un proyecto de Herzog & de Meuron con Ai Weiwei. El X-Hocker es un prodigio de fabricación digital, cuatro piezas de madera ensambladas en un nudo tallado con control numérico, que oculta su sofisticación técnica con un aspecto rudo de construcción tradicional. Por su parte, el Corker aumenta de escala un corcho de champán, evocando los objetos de Oldenburg, aunque aquí se huye de la escultura cromática para crear un elemento de mobiliario mágico y cálido. Siendo ambos hallazgos experimentales, si el primero abrevia la inteligencia aristada en persecución de lo esencial, el segundo resume la emoción orgánica de comunión con la naturaleza, y su diálogo reconcilia la mirada con la piel.

Lo más lejano se explora con dos epitafios: el de Erasmo de Róterdam en la lápida sobre la tumba del humanista en una nave lateral de la catedral de Basilea, y el de Jacob Bernoulli, que recuerda al matemático en la inscripción esculpida dentro del claustro de la misma catedral. La elección por Erasmo de la ciudad suiza para residir en ella hasta su muerte sirve para evocar la libertad de pensamiento —facilitada por su posición a caballo de tres países— que la hizo refugio de disidentes como Casiodoro de Reina, que publicó allí en 1569 la primera Biblia en español, y la neutralidad secular que le permitió albergar en 1431 el concilio ecuménico de una Iglesia católica profundamente dividida, o en 1897 el Primer Congreso Sionista, promovido por el vienés Theodor Herzl y que se reunió por cierto en el Stadtcasino ampliado y exquisitamente renovado en fechas recientes por Herzog & de Meuron (una obra que se incluye en esta monografía). Esa libertad cívica, que alimenta también su centralidad en el mercado del arte o el espíritu transgresor de su carnaval, está presente en todos y cada uno de los proyectos de una oficina que no sabe ponerse límites.

El segundo epitafio homenajea a uno de los miembros de una extensa saga de científicos, en una ciudad que fundó su universidad en 1460, promovió una fértil actividad editorial y transitó de la fabricación del papel a la industria química que es la base de su imperio farmacéutico. La Basilea donde enseñaron Jacob Burckhardt, Heinrich Wölfflin o Friedrich Nietzsche fue también la de Leonhard Euler o los Bernoulli, porque tanto las letras como las ciencias florecen en el marco de la libertad, y el presente auge de la creación arquitectónica tiene sus raíces lejanas en ese fermento que hizo capital cultural de Suiza a la ciudad bañada por el Rin. En la placa de Jacob Bernoulli, sus sucesores quisieron incorporar la espiral logarítmica que tenía por divisa, a la que dedicó un libro y que llamaba spira mirabilis. El que grabó el dibujo inscribió por error una espiral de Arquímedes, pero transcribió fielmente su lema, ‘Eadem mutata resurgo’, que aunque utilizado después por el Colegio de Patafísica de Alfred Jarry, puede aplicarse con mayor exactitud a la obra continuamente cambiante e igual a sí misma de Jacques Herzog y Pierre de Meuron.


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