Una estética ética
Conocí a Shigeru Ban en el mejor lugar y en el mejor momento. El Simposio Alvar Aalto se celebró en agosto de 2000 en Jyväskylä bajo el lema ‘arquitectura en el año cero’, y si en mi ponencia defendí un retorno al orden censurando las formas catastróficas por entonces en boga, Ban explicaría de qué forma el terremoto de Kobe en 1995 había creado un sismo en su trabajo estimulando el desarrollo de proyectos de emergencia, y muy singularmente las hoy ya míticas Cabina de papel e Iglesia de papel. En ambas se empleaban tubos de cartón, que había comenzado a usar en su montaje de una exposición de muebles de Aalto en Tokio en 1986 —evocando los bosques de la Finlandia que había conocido viajando con el fotógrafo y editor Yukio Futagawa— y después en la Expo ’89 de Nagoya, la Biblioteca de un Poeta, el pabellón de Odawara, una tienda de Miyake y la Casa de papel de 1994, que obtuvo por primera vez licencia para dar a los tubos una función estructural.
Las más significativas de estas experiencias portantes se habían publicado ya en Arquitectura Viva —junto a la Casa de mobiliario, donde éste sostiene la cubierta como los muebles de algunas casas habían salvado la vida de sus ocupantes durante el terremoto—, pero el 2000 sería un auténtico ‘año cero’ en la carrera del arquitecto, porque su pabellón japonés en la Expo de Hannover otorgaría una gran visibilidad al concepto explorado en su Cúpula de papel de 1998, y su autor se convertiría en una figura de referencia. De las primeras casas —experimentales a la manera sintáctica aprendida con John Hejduk— había transitado hacia la innovación material inspirada por Buckminster Fuller o Frei Otto, y era solo cuestión de tiempo que la imaginación y elegancia povera expresada en los proyectos de emergencia se extendiera a realizaciones de cada vez mayor importancia simbólica, donde la invención estructural sea la forma de reconciliar la estética con la ética.
Tomando ese ‘año cero’ finlandés como parteaguas, las obras de Ban desde entonces se presentan en cuatro capítulos que extienden los caminos trazados hasta esa fecha: el que recoge la saga de cartón iniciada con la exposición Aalto, aquí cubriendo el arco que va desde la bóveda de Hannover a una cabaña en un parque natural; el que ilustra sus tenaces ensayos domésticos con cinco casas inesperadas; el que da cuenta de su compromiso solidario con las situaciones de emergencia en diferentes lugares del mundo; y el que muestra sus grandes obras emblemáticas, del Centro Pompidou de Metz al recientemente terminado Sena Musical, que expresan bien tanto su conciencia ecológica como su inventiva geométrica. Veinte proyectos estos que acaso ofrezcan un retrato pixelado de un arquitecto testarudamente fiel a sus convicciones, incansablemente experimental en sus construcciones y felizmente consistente en una trayectoria que sacudió un sismo e iluminó una Expo. [+]