De la nieve a la lava, en España este ha sido un año de eventos extremos. Nada relaciona la borrasca Filomena con la erupción de Cumbre Vieja, pero ambos sobresaltos se producen mientras procuramos recuperarnos de una pandemia histórica que ha detenido la vida del planeta. Las ciudades vacías e inmóviles fueron una imagen tan emocionante como verlas cubiertas por una nieve unánime, o como contemplar las coladas de lava incandescente y los campos sepultados bajo un manto silencioso de ceniza, pero estos impactos estéticos no pueden ocultar las muertes y la angustia producidas por el virus, los daños y la parálisis urbana causados por la tormenta, o la desaparición de casas, cultivos y memorias bajo el imperio sordo del volcán. Entregados a los saberes inciertos de epidemiólogos, meteorólogos y vulcanólogos queremos ignorar otros eventos que sacuden un mundo en emergencia climática: el shock geopolítico ocasionado por la retirada de Afganistán y el Aukus; el shock económico provocado por el encarecimiento del transporte de mercancías; y el shock energético que tiene origen en la difícil sustitución de los combustibles fósiles... [+]