Madrid es un homenaje. Un homenaje a la fotografía, en su estado más canónico y genuino, y un homenaje a una ciudad que, paradójicamente, ocupa casi un papel secundario en este colectivo relato visual. En Madrid prevalece el paisaje humano frente al urbano, el protagonismo de los actores por delante de un escenario construido que actúa como telón de fondo. Madrid —sus barrios castizos y periféricos, sus plazas y sus calles— es un entramado urbano conformado para la vida, para la acción. Esto es lo se deduce de la cautivadora contemplación de las 160 fotografías de gran formato que componen este cuidado fotolibro editado por La Fábrica en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid.
En el texto de la publicación, Antonio Muñoz Molina apunta esta condición narrativo-novelesca de la fotografía que, en el caso de Madrid, termina por construir el relato mediante la acumulación de miradas y de historias fragmentarias y azarosas. Este homenaje colectivo al habitar urbano se estructura de forma cronológica desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días en seis etapas diferenciadas. Madrid es así una historia de historias, una sucesión de instantes, un palimpsesto costumbrista y moderno tejido progresivamente por quienes se han zambullido con la cámara en el trajín y bullicio de sus calles: miradas anónimas en no pocos casos pero también firmadas por algunos de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX. Fotoperiodistas, cronistas o fotógrafos de calle, patrios o visitantes extranjeros… Toda esta caleidoscópica y heterodoxa yuxtaposición de imágenes es la riqueza embaucadora del libro y de la metrópolis que retrataron Alfonso o Santos Yubero al principio; Cartier-Bresson o Capa en sus momentos más trágicos; Català-Roca, Morath, Ontañón o Biarnés durante el franquismo; García-Alix o Leele durante los ‘movidos’ años de la Transición y, finalmente, García Rodero, Struth o Ballester en la consolidación de la imagen multicultural y cosmopolita de la ciudad contemporánea.