El siglo XX es ya el siglo pasado. Con ese título apareció en 1901 una recopilación de artículos de Leopoldo Alas, ‘Clarín’, y bajo esta rúbrica presentamos aquí un conjunto de textos del crítico e historiador neoyorquino Martin Filler, que resumen el que ha sido el siglo de América a través de seis de sus arquitectos. La variedad multifacetada de un periodo que ha cosechado a su término balances agridulces se apocopa reduciéndose a un solo país, y éste a su vez se representa taquigráficamente a través de las seis caras de un exaedro biográfico. Un poco a la manera del recientemente desaparecido Saul Steinberg, un rumano genial que eligió los Estados Unidos como residencia y como tema, la realidad laberíntica del siglo se abrevia con la elegancia clara de una línea que dibuja las aristas de un cubo, y en ese dado necesario y azaroso se comprimen las tormentas y esperanzas de un tiempo limpiamente seccionado por los planos de seis trayectorias singulares.
A fin de componer un retrato más compacto, Filler ha añadido un prólogo que trenza las seis biografías y menciona algunas de las ausencias. ¿Cómo no comenzar el relato con Richardson, fundamento canónico de Sullivan y Wright? ¿Y cómo hacerlo con alguien fallecido 24 años antes de que el siglo se inicie? Si están los Eames, ¿por qué faltan los vieneses de California, Schindler y Neutra, o el espíritu inventivo de Fuller? ¿Cómo explicar la reacción de Kahn y Venturi en Filadelfia sin dar cuenta de la jerarquía del Mies de Chicago o la influencia de Johnson desde el MoMA? ¿La muerte prematura de Saarinen o el desarrollo tardío de Eisenman les ha negado el oceánico reconocimiento de que disfruta Gehry? Los interrogantes se enredan como cerezas, pero no es éste un retrato de grupo, sino un grupo de retratos individuales que roturan el territorio de la arquitectura con un ánimo más próximo al de los pioneros americanos que al de los colectivos corales europeos.
Si el recién terminado puede describirse como el siglo americano, no es sólo porque la pujanza económica y técnica de los Estados Unidos haya proyectado su poder político y militar al conjunto del planeta; es también porque el modelo estadounidense de consumo democrático de masas ha colonizado el mundo con sus patrones culturales y simbólicos, dando lugar a ese proceso de dos filos que algunos llaman globalización y otros describen más escuetamente como americanización: una mudanza histórica que apoya su giro en la charnela de ese individualismo musculoso del cual constituyen una expresión metonímica las vidas artísticas contenidas en este número. El siglo americano puede ser el siglo pasado; pero sus valores conforman el paisaje físico y mental de la centuria a cuyo umbral nos asomamos con precaución, recelosos y expectantes a la vez, los habitantes de un planeta unánime.