Los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz citan a Nabokov con reiteración obsesiva. Sólo he conocido un fervor semejante por el escritor ruso en el también arquitecto Ángel Díaz, aficionado a recitar párrafos enteros de sus obras en las madrugadas alcohólicas de Sevilla, y en mi tío Manuel Fernández-Galiano, nacido igualmente en Sevilla y maestro de helenistas, que profesaba por Nabokov una devoción a duras penas compartida con Naipaul o Borges, y a quien poco antes de morir regalé las conferencias del autor de Speak, Memory sobre literatura rusa, que milagrosamente no conocía. Los textos de Nabokov sobre Tolstói, Chéjov, Gógol, Pushkin o Dostoievski eran los guiones de las clases que le sirvieron para ganarse la vida como profesor en las universidades norteamericanas hasta que el éxito de Lolita le permitió dedicarse únicamente a la escritura, desde entonces sólo compartida con su pasión por los lepidópteros, a cuyo estudio se había consagrado profesionalmente mientras trabajó para el Museo de Zoología Comparada de Harvard durante los años cuarenta...
[+]