Este recorrido visual nace de una perplejidad y una esperanza. La perplejidad la suscita el momento del mundo, una confusión estentórea que nos esforzamos por oír y fingimos entender. La esperanza se deriva del caudal de imágenes contemporáneo, un acervo fascinante del que sospechamos puede extraerse alguna luz que ayude a interpretar lo que nos rodea. Le Corbusier dijo que los arquitectos somos asnos, pero asnos que ven, y en esa conjunción adversativa está encerrado el orgullo humilde de esta profesión. Aquí, las imágenes acopiadas por la voracidad de la mirada del arquitecto se ensamblan como palabras de un discurso, y los breves textos que acompañan su tránsito sirven sólo como argamasa débilmente argumental y apenas necesaria. Cuando las piezas aciertan a encajar bien, el cemento verbal se hace redundante; pero no todos los sillares han sabido encontrar su lugar en esta estructura maniáticamente modular, con tres secciones divididas en 2+2 capítulos que a su vez contienen cuatro epígrafes cada uno, lo mismo que los dos añadidos para servir de prólogo y epílogo...[+]