El despertar del sueño conservador del fin de la historia ha sido brutal. Les debemos a nuestros muertos y pobres el regreso a la diplomacia y a la utopía pacifista de Erasmo.
Durante mucho tiempo nos quisieron convencer de que había llegado el fin de la historia. Para qué soñar con un mundo mejor: era más cómodo rondar como polillas ante la luz de las pantallas y su hipnosis adictiva, consagrarnos extáticos a ese altar del consumo, a su escaparate interminable y sin fondo. O con un fondo oscuro que no veíamos, que no queríamos ver. Y para qué anhelar ya utopías imposibles, eso eran antiguallas, ridículo romanticismo, si teníamos la felicidad ahí, al alcance de la mano.
Desde que la guerra estalló en el corazón de Europa, el hechizo se ha evaporado de golpe. Y ha vuelto a despejarse ante nosotros esa vieja utopía europea que se resume en la palabra paz...
El País: La Europa de la rama de olivo