Desde los grandes invernaderos del siglo XIX hasta los climatopos que propuso Richard Buckminster Fuller a mediados del XX, domesticar la naturaleza para reproducirla en un entorno artificial ha sido una de las grandes pulsiones de la modernidad. También parece haberlo sido para Moshe Safdie, el arquitecto israelí conocido por sus edificios brutalistas, que acaba de terminar la ampliación del Aeropuerto Changi de Singapur con una inmensa cúpula con forma de donut cuyo interior alberga un vestíbulo colonizado de vegetación. En él, las plantas crecen por una topografía artificial de siete alturas, hasta alcanzar la liviana estructura de la cubierta, hecha con una retícula alabeada de perfiles de acero. La imagen surrealista que se produce al combinar la alta tecnología con el manto tropical se refuerza con un último y espectacular efecto: una estruendosa cascada que cae como milagrosamente desde el óculo de la cubierta.