¿Extra España o España extra? La ambigüedad del término permite entender los proyectos agavillados en el sumario como una recopilación adicional o como una colección excelente: ¿La España además o la España estupenda? La España añadida alude a la selección de obras que regularmente se reúne en el anuario de AV, incrementadas aquí por un conjunto de trabajos tardíos y periféricos; la España extraordinaria debe interpretarse como un espigueo de realizaciones valiosas extraídas del marasmo mediocre de la producción habitual. Nuevas incorporaciones y excepciones, estas obras accidentales son extras en el reparto de papeles entre los sospechosos habituales, y a la vez manifiestan una calidad extra que las hace destacar en el perfil plano del paisaje. Extramuros del canon y en el extrarradio del sistema, su virtud reside en estar fuera: fuera de la reiteración trillada del halago y fuera asimismo del sometimiento trivial a la rutina.

Si ‘extra’ es equívoco, ‘España’ no lo es menos. En la coyuntura centrífuga que hoy vive el país, la naturalidad con que solíamos referirnos a España o a lo español ha dado lugar a un uso cauteloso que mide los matices para evitar la ofensa inadvertida. Cuando el hervor identitario de los nacionalismos perimetrales reclama el fraccionamiento de la Península en un archipiélago de fragmentos, y cuando la balcanización acelerada se finge modernidad borrosa y reticular, ocuparse de España desde un centro percibido como radial tiene algo de audacia distraída. Pero en el eje de estos radios que al cabo se tejen en red, tratamos de representar España sin que la empatía de la proximidad desdibuje o altere la verosimilitud del retrato: si la cosecha de episodios resulta extraviada, no será por falta de exploración curiosa a lo ancho y largo de ese territorio que Praz llamaba ‘Península pentagonal’ y sus islas atlánticas o mediterráneas.

Este florilegio efímero no es una muestra representativa de la arquitectura española, sino un indicio de la excelencia de su construcción mejor, y un inventario de los rasgos en los que se ha basado su reconocimiento global. Con la perspectiva que otorga la distancia, y quizá también con la imprecisión inseparable del alejamiento, fuera del patio pugnaz de esta patria provisional la Marca España amalgama el cine de Almodóvar, la cocina de Ferrán Adriá y la arquitectura de Calatrava; amén de ese toro de Osborne que ha sustituido al escudo nacional en las banderas que se agitan en las tribunas deportivas, en los barracones de las tropas expedicionarias o en la estación científica de la Antártida. Ojalá la España que parece haber dejado atrás la mater dolorosa del nacionalismo añejo, y que Newsweek propone como modelo europeo —The Spanish Way— sepa evitar sus demonios familiares, mudando las lágrimas negras de Bebo y Cigala por las cositas buenas de Paco de Lucía. Algunas hay aquí.


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