El vendaval que viene
La fatiga de la democracia y la indignación con las élites sociales y culturales preludian un tiempo de tormentas políticas y mudanzas económicas.
Europa ha celebrado los aniversarios del principio y el final de un siglo corto (Eric Hobsbawm dixit) con sentimientos encontrados y ánimo indeciso. El centenario de la Gran Guerra ha propiciado monumentos conmemorativos, voluntad expiatoria y estudios históricos que subrayan la responsabilidad en la catástrofe de unas élites sonámbulas, acaso no diferentes de las actuales; por su parte, los 25 años de la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría se han recordado con buenos propósitos y alegría retrospectiva, reconfortada por el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, y empañada por el desigual reparto de los dividendos de la paz y la proliferación de conflictos en el glacis ruso, que han hallado en Ucrania el escenario más peligroso de todos.
Y ello en un contexto geopolítico donde las migraciones siguen amenazando las fortalezas de los países prósperos; donde las protestas populares han llegado al umbral del país más poblado del planeta; y donde la energía ha vuelto a jugar un papel preponderante, con la caída de los precios del crudo perjudicando tanto a los populismos autoritarios petroleros —de Rusia a Venezuela— como a las renovables y al fracking, mientras Asia se afirma con líderes fuertes como Xi Jinping, Narendra Modi o Shinzo Abe, Africa muestra sus debilidades estructurales con la crisis del ébola, Oriente Medio se desangra con la persistente guerra de Siria y el ascenso cruel del Estado Islámico, y las Américas se concentran en sus problemas específicos prestando menos atención a los vínculos e intereses compartidos con el viejo continente.
La Bienal de Venecia, el aeropuerto de México y el Markthal de Rotterdam fueron la exposición, el proyecto y la obra de un año que recordó en Londres el centenario de la Gran Guerra con un mar de amapolas cerámicas.
En España, la tibia recuperación económica ha tenido escaso impacto en el clima de malestar creado por el paro persistente y la proliferación de los escándalos, que ha llevado a mínimos la confianza de la ciudadanía en las instituciones, y ha provocado la emergencia fulgurante de un nuevo movimiento político —Podemos— que pone en cuestión el régimen bipartidista surgido de la Transición y augura futuros sismos electorales. Ni siquiera el relevo generacional producido en la Jefatura del Estado —donde la abdicación del rey Juan Carlos entregó la corona a su hijo Felipe VI—, en el principal partido de la oposición —donde Pedro Sánchez sustituyó a Alfredo Rubalcaba—, y en la cúpula de varios grandes bancos y empresas ha afectado significativamente al divorcio entre la opinión pública y unas élites políticas o económicas enrocadas en sus privilegios, dibujando un panorama de incertidumbre que las tenaces tensiones secesionistas de Cataluña no pueden sino acrecentar. Para los arquitectos, el retorno de la confianza y el crecimiento ha supuesto el inicio de un burbujeo prometedor en el ámbito inmobiliario y la confirmación del desembarco de la inversión internacional en el sector; pero la casi inexistente promoción pública sigue obligando a muchos de los mejores a buscar trabajo fuera del país.
El año de la sonda Rosetta en la ciencia y del cuarto centenario del Greco en la cultura tuvo a Rem Koolhaas como protagonista arquitectónico. Con una gran muestra dedicada a los Elementos de la Arquitectura, la Bienal veneciana dirigida por el holandés llamó la atención sobre los fundamentos de la disciplina, huyendo del protagonismo de los autores y el lenguaje de las obras durante las últimas décadas, y expresando quizá una cierta fatiga con los edificios singulares. La exposición coincidió en el tiempo con un discurso del presidente chino censurando la arquitectura extravagante —de la que irónicamente puso como ejemplo la CCTV del propio Koolhaas—, y ambas manifestaciones atestiguan un cambio en el clima estético con el que estuvieron en sintonía la exposición ‘The Architect is Present’, donde Francis Kéré, TYIN, Solano Benítez, Anupama Kundoo y Anna Heringer mostraron a los jóvenes nuevos caminos, y el congreso ‘Arquitectura necesaria’, organizado en Pamplona por la Fundación Arquitectura y Sociedad, donde Álvaro Siza explicó hasta qué punto también necesitamos la belleza. Pero la mutación de la óptica crítica ha afectado significativamente a los arquitectos con una dimensión artística, y así Zaha Hadid ha sufrido severas censuras de sus obras para Soho en China, de su complejo cultural en Seúl o de sus proyectos sucesivos para el estadio de los Juegos Olímpicos de Tokio, y otro tanto ha sucedido con Steven Holl y su ampliación en Glasgow de la Escuela de Arte de Mackintosh (cuya biblioteca sería además devastada por un incendio este mismo año) o con Frank Gehry y sus dos últimas inauguraciones, la Fundación Louis Vuitton en París y el Museo de la Biodiversidad en Panamá, pese a los méritos estéticos de ambos.
Censuradas por muchos, entre las obras icónicas del año están dos de Frank Gehry, el Biomuseo en Panamá y la Fundación Louis Vuitton en París, y otras dos de Zaha Hadid, el Wangjing Soho en Pekín y el DDP en Seúl.
Más plácido ha sido el año para Norman Foster, que renunció a situar su Fundación en Madrid pero ganó el concurso para construir el nuevo aeropuerto de México DF con una propuesta visionaria que recupera sus colaboraciones primeras con Buckminster Fuller; para Renzo Piano, que inauguró la biomórfica Fundación Pathé en París y la ejemplar remodelación de los museos de Harvard en Cambridge; para Herzog y de Meuron, que completaron su cuarto edificio para Ricola, un galpón exquisito levantado con grandes piezas de adobe, y un gimnasio bajo una colosal cubierta al borde de una favela brasileña; o para MVRDV, cuyo Markthal en Rotterdam fusiona mercado, viviendas y plaza pública con sensibilidad pop y audacia figurativa. Y pese a las dificultades que atraviesa el país, algunos despachos españoles completaron obras destacadas en la Península: Nieto Sobejano el Mercado Barceló en Madrid, Francisco Mangado el Museo de Bellas Artes de Oviedo, Carme Pinós el CaixaForum en Zaragoza, Rafael Moneo una torre en Barcelona; y el grupo formado por Pancorbo, De Villar, Chacón y Martín Robles, un topográfico Palacio de Congresos en Villanueva de la Serena. En contraste, Barozzi y Veiga inauguraron en Polonia su obra más importante, el auditorio para la filarmónica de Szczecin, y RCR hicieron lo propio en el sur de Francia, el ascético y lírico Museo Soulages.
Y en el capítulo de premios, el Pritzker se otorgó a Shigeru Ban, el Imperiale a Steven Holl, el Príncipe de Asturias a Frank Gehry, el suizo BSI al español José María Sánchez García, y el vasco BIA —que se entregaba por primera vez— a Norman Foster. Por su parte, Phyllis Lambert recibió el León de Oro de la Bienal de Venecia, I.M. Pei la medalla de oro de la UIA, el historiador Joseph Rykwert la del RIBA, la mítica Julia Morgan la del AIA, los andaluces Cruz y Ortiz la del CSCAE, y el cántabro Juan Navarro Baldeweg —que también inauguró una antológica en Madrid— el Premio Nacional de Arquitectura española; mientras los premios Stirling y FAD recaían, respectivamente, en el Everyman Theatre en Liverpool de Haworth Tompkins y en la ruta peatonal en Lisboa de João Pedro Falcão.
Para terminar, en el año que celebró los centenarios de José Luis Fernández del Amo, Denys Lasdun, Ralph Erskine y Lina Bo Bardi, nos dejaron la británica Kathryn Findlay, el austriaco Hans Hollein, el brasileño Lelé, el cubano Ricardo Porro, el portugués João Álvaro Rocha y el paisajista francés Michel Corajoud, lo mismo que los urbanistas Peter Hall y Bernardo Secchi, o que Tony Díaz y David Mackay, un argentino y un británico que desarrollaron sus carreras en España; y en esta lista deben tristemente figurar también el maestro Rafael Aburto y los arquitectos y profesores Manuel de las Casas y Albert Viaplana, que en Castilla y Cataluña han dejando obras y discípulos.
En España se terminaron el CaixaForum de Pinós en Zaragoza y el museo de Mangado en Oviedo, y en Francia y Polonia, el Musée Soulages de RCR en Rodez y el auditorio de la filarmónica de Barozzi Veiga en Szczecin.