Coreografía construida
En el año del dragón, Benedetta Tagliabue completa tres décadas de trabajo bajo la rúbrica EMBT. Un cuarto de siglo tras la desaparición prematura de Enric Miralles, sus iniciales y su espíritu siguen presentes en la actividad de un estudio que ha reforzado su vocación europea con los proyectos en la Italia natal de Benedetta y su proyección asiática con las obras en China que siguieron al Pabellón de España en Shanghái. Aquella construcción efímera de mimbre llevaba al paroxismo la coreografía alegre que hace a los edificios fingir un movimiento detenido, pero esa dinámica lírica estaba ya en realizaciones con la gravedad simbólica del Parlamento de Escocia o con la agitación cromática del Mercado de Santa Caterina, y se materializaría en el siglo XXI en logros magistrales como la Estación de Nápoles o la Iglesia San Giacomo en Ferrara, cuyas cubiertas se estremecen y bailan en un ballet sincopado que deslumbra al viajero o a los fieles con idéntica emoción espacial y luminosa, material y tectónica en la lógica de una estructura tan sólida como ingrávida.
Frente a los pronósticos que auguraban la inviabilidad del despacho en ausencia de su motor creativo, la arquitecta catalanomilanesa ha sabido mantener la llama de su difunto marido con la Fundación que lo homenajea y lo recuerda, y sobre todo con un estudio vibrante donde la huella de su breve y fulgurante trayecto en la arquitectura española se prolonga con ecos reconocibles y desarrollos inesperados. Transformada por las circunstancias en una viuda diva, Benedetta tiene el enorme mérito de haber llevado el timón de la oficina en tiempos poco propicios, con los importantes proyectos en China y las exquisitas obras en Italia, completando además piezas tan personales y preñadas de intenciones beneméritas como el Centro Kálida Sant Pau, una realización doméstica en la acogida y pública en la apertura, pequeña en la escala y grande en la atención minuciosa a su calidez cerámica. La estela de Miralles pervive en Tagliabue, pero ella ha forjado una personalidad independiente que merece un reconocimiento que amalgama la admiración y el respeto.
Last but not least, las instalaciones expresan el movimiento jovial de los edificios con una libertad incrementada, y son quizá su vida breve y su dimensión limitada los dos rasgos que les permiten abreviar taquigráficamente la poética del estudio, que bebiendo en las fuentes fértiles de sus orígenes fluye hoy con autonomía caudalosa. Los collages gráficos y fotográficos, que ya empleó Enric Miralles siguiendo la senda seductora de David Hockney, transcriben en numerosas ocasiones la voluntad estética de EMBT con mayor elocuencia que su cristalización construida, de suerte que el empeño artístico que hizo arder como una bengala la vida demasiado breve de Enric ilumina con sus destellos los proyectos dibujados de la oficina coral que dirige Benedetta. Si la chispa de la inspiración puede provocar un incendio creativo —«Parva scintilla saepe magnam flaman excitat»— al añorado arquitecto barcelonés no debemos hoy buscarlo entre los rescoldos de la hoguera, sino entre los resplandores de la llama, porque Enric no pervive en la brasa, sino en la chispa.