Opinión 

El dragón centenario

Luis Fernández-Galiano 
01/07/2021


La China milenaria celebra un centenario. Fundado el 1 de julio de 1921 en Shanghái, el Partido Comunista de China llega a la efeméride tras haber liderado una transformación histórica que ha hecho del país una superpotencia política, económica y tecnológica. Su autocracia blanca ha mantenido el orden social en un territorio con 1.400 millones de habitantes, su capitalismo de Estado ha generado prosperidad y bienestar para la mayoría de ellos, y su estímulo de la ciencia se extiende desde la inteligencia artificial hasta la exploración del espacio. Este formidable auge no excluye las limitaciones a la libertad individual y el control de la población con técnicas como el reconocimiento facial; pero frente a lo que tantos habían pronosticado, la ausencia de democracia no se ha manifestado incompatible con la innovación y el crecimiento económico, las nuevas clases medias no han reclamado el fin del régimen de partido único, y Wuhan no ha sido el Chernóbil de China: el país se ha enfrentado al reto sanitario de la pandemia con la misma autoridad inflexible que usa para luchar contra la corrupción, un empeño que ha evitado hasta ahora su conversión en una cleptocracia.

El presidente Xi Jinping concentra en sus manos un poder sólo equivalente al de Mao Zedong en su día, y de hecho ha impulsado un neomaoísmo nacionalista, empeñado en la reunificación con Taiwán, y que promueve la autosuficiencia al tiempo que teje lazos económicos con un centenar de países a través de la Nueva Ruta de la Seda. El incremento de la autoestima colectiva y el orgullo patriótico se alimenta con la popularidad de los parques temáticos comunistas en las cunas de la revolución, destinos de un ‘turismo rojo’ de colegiales, familias y jubilados, pero también con los logros de sus compañías tecnológicas y con los éxitos de sus misiones espaciales, que muestran al mundo lo lejos que han llegado en la investigación e ingeniería de vanguardia. Ya en enero de 2019 la sonda Chang’e logró aterrizar por primera vez en la cara oculta de la Luna, y este 2021 hemos sido testigos en abril del lanzamiento del primer módulo de la estación espacial china, y en mayo de la llegada a Marte de la sonda Tianwen-1, un conjunto de vehículo orbital, aparato de descenso y rover, el Zhurong que nos obsequió con un selfie poco después de posarse en Utopia Planitia.

Si el modelo chino es admirado por muchos, el balance centenario del partido que ha guiado el retorno del País del Centro al lugar que le corresponde por su dimensión y por su historia no puede ocultar las tinieblas del pasado —de la hambruna del Gran Salto Adelante al caos trágico de la Revolución Cultural— ni las sombras del presente sobre Hong Kong o Xinjiang; pero tampoco ignorar el fulgor de un panorama vibrante que reúne la sofisticación urbana con la mutación del mundo rural, las ciudades inteligentes gobernadas con big data y 5G con la protección de la naturaleza, y la innovación arquitectónica con la creatividad artística, impulsadas ambas por la fertilización de lo contemporáneo con la permanencia testaruda de lo ancestral. A esa China eterna rindió homenaje Hergé con el mejor de sus álbumes, El loto azul, y la reciente venta en subasta —por la cifra récord de 3,1 millones de euros— del dibujo de 1936 que sirvió para su portada anima a utilizar ese dragón amenazante y amable para ilustrar la fascinación temerosa de Occidente ante la dimensión económica, técnica y cultural de un gigante que, celebrando un centenario, recupera su estatura milenaria.


Etiquetas incluidas: