Contenido
Pasado presente. Si mirar al futuro es sinónimo de optimismo y lleva a las ciudades a soñar con edificios innovadores que representen su capacidad de progreso, la renovación de su patrimonio construido se convierte con frecuencia en una gran oportunidad para que los arquitectos desarrollen proyectos de vanguardia enriquecidos con el valor inherente de lo histórico. Pocas son las propuestas, como la aplaudida intervención de Rafael Moneo en la ampliación del Banco de España, en las que el autor, renunciando a intervenir con el lenguaje de su tiempo, decide continuar con lo existente y realizar una réplica fidedigna.
Sumario
Rafael Moneo
Construir sobre lo construido
Adecuación y continuidad
Eloy Algorri
Un extraño país
El difícil diálogo con el pasado
Ignacio Paricio
No lo conocerás bastante
Nuestro complejo legado
Tema de portada
Patrimonio nuestro.Repartidos por la geografía española encontramos ejemplos de conversión de obras históricas en contextos contemporáneos, como el Museo de la Muralla de Murcia, el Espacio Joven de Ávila, el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Cabo Peñas, la Muralla Nazarí de Granada, la Fundación Barrié de la Maza de Vigo o el Museo de Escultura de Valladolid.
Arquitectura
Amann, Cánovas, Maruri, Murcia
BmásC, Ávila
Jacobo Bouzada, Cabo Peñas
Antonio Jiménez, Granada
Mansilla & Tuñón, Vigo
Nieto & Sobejano, Valladolid
Europa renovada. Los proyectos del Museo de la Infancia en Londres, la Estación Central de Dresde, el hotel Fouquet de París, el teatro Le Manège de Mons, el Museo de la Ciudad de Ljubljana o el Museo del Ruhr y centro de visitantes en Essen, muestran cómo el viejo continente se actualiza con obras que respetan lo heredado pero no por ello renuncian a la sorpresa. Caruso St John, Londres
Norman Foster, Dresde
Edouard François, París
Hebbelinck & de Wit, Mons
Ofis, Ljubljana
OMA & Böll, EssenArgumentos y reseñas
Clásicos actuales. Tadao Ando remodela el veneciano Palazzo Grassi para acoger la colección de François Pinault, mientras en Los Ángeles Machado y Silvetti ofrecen una nueva versión de la villa romana de los Getty.
Arte / Cultura
François Chaslin
De París a Venecia
Clifford A. Pearson
Lenguaje clásico
Un arte global. Las sucursales del Pompidou, el Louvre o el Guggenheim, junto a los proyectos culturales de Abu Dhabi, y eventos como la Bienal de
Canarias reflejan una concepción del arte enfocado al consumo de masas.Luis Fernández-Galiano
El arte sagrado
Justo Isasi
Noticias del archipiélagoEl espacio privado.Dos libros dedicados a la casa y a sus interiores y otros dos sobre la figura del vienés Bernard Rudofsky examinan desde diferentes puntos de vista la evolución histórica de la arquitectura doméstica.Historietas de Focho
Josep Llinás
Autores varios
Libros
Últimos proyectos
Levedad japonesa. Un prisma elemental, unas curvas sinuosas y una trama de rombos son las geometrías que definen las últimas realizaciones de tres de los estudios japoneses más representativos y prolíficos, exponentes de una arquitectura que se caracteriza tanto por la sutileza y la sensibilidad formal como por la materialidad liviana de sus edificios.
Técnica / Diseño
SANAA (Sejima & Nishizawa)
Escuela de Diseño, Essen
Toyo Ito
Crematorio, Kakamigahara
Kengo Kuma
Chokkura Plaza, Takanezawa
Para terminar, François Chaslin recuerda la figura de Jean Baudrillard, recientemente fallecido en París. Máximo representante de la posmodernidad, controvertido y provocador, el filósofo, sociólogo y crítico que conversara con Jean Nouvel sobre arquitectura y filosofía en Los objetos singulares ha sido muchas veces incomprendido y, en ocasiones, también malinterpretado.Productos
Energía solar, mobiliario.
Resumen en inglés
Present Past
François Chaslin
Jean Baudrillard
Luis Fernández-Galiano
Una historia de violencia
La arquitectura es una historia de violencia. Construye contra el pasado para proyectarse hacia el futuro, y entre esas dos pulsiones el presente se precipita sobre un panorama de escombros. Arrebatados por lo que Walter Benjamin llamaba el viento de la historia, y arrastrados en la dirección que señala la termodinámica ‘flecha del tiempo’, edificamos ejerciendo violencia sobre el entorno natural, la ciudad existente y la vida misma: violentamos el territorio con las cicatrices de las canteras y las talas, por no hablar del impacto de las grandes obras públicas o del efecto en el planeta del consumo bulímico de materiales, agua y energía; violentamos la urbanidad heredada con los medios técnicos que cada generación o cada época tiene de ventaja sobre la anterior, imponiendo las nuevas trazas sobre las antiguas en un áspero palimpsesto; y violentamos el propio curso pausado de los trayectos individuales y sociales con el estado de excepción de la obra, que trastoca los hábitos cotidianos con el confuso desorden de sus procesos.
Para construir debemos demoler: herir la tierra, fracturar los restos, aventar la memoria. Ese empeño indómito suscita una angustia que intentamos paliar con sostenibilidad compensatoria, anastilosis analgésicas e historicismos narcóticos. Pero no hay arquitectura sin destrucción, como no hay carpintero sin leñador ni cocinero sin matarife, y en esa condición violenta reside su grandeza culpable. Al cabo, el organismo construido requiere la mutación para acomodarse al cambio de forma no demasiado distinta al invertebrado que muda el exoesqueleto cuando éste dificulta el crecimiento, y sus cáscaras vacías no tienen otro destino que la descomposición y el reciclaje, roídas como ruinas vejadas por el tiempo y dócilmente entregadas a la cadena del flujo de información y de materia al que llamamos vida. Y acaso también, al igual que la conciencia exige el olvido para lograr sobrevivir en el presente, la arquitectura practica la gimnasia de la amnesia para evitar perecer bajo el peso grave de la memoria minuciosa.
Con todo, el ejercicio de la invención no anula el tiempo testarudo que Alberti describía como trastornador de las obras, ni la no menos tenaz inercia de la materia que guía la construcción por el camino de la persistencia. La ansiedad que nos mueve a congelar el curso de las cosas para detener la vida en su torrente resulta al cabo tan inerme como el impulso taumatúrgico que se propone domesticar esa corriente, separándola de sus querencias naturales: ni la historia convertida consoladoramente en un parque temático de sí misma ni la tabula rasa de la ambición demiúrgica pueden dar cuenta cabal de ese conflicto entre construcción y destrucción donde se coreografía el diálogo entre la memoria y el olvido. El pasado reside en el presente como el presente es un molde del futuro, y esa continuidad del devenir en el tiempo reúne la violencia traumática del cambio con la resistencia perezosa a la mudanza. «Soy un fue, y un será, y un es cansado»: el endecasílabo de Quevedo conviene al proyecto de arquitectura, y a su autor.