Situada en la cuenca del Ruhr, la ciudad de Essen prosperó con plantas de extracción y tratamiento del carbón hasta que su agotamiento progresivo sumió a las antiguas estructuras fabriles en un proceso de decadencia. En 1988, la mina Zollverein, enclave situado al norte del municipio, cerró definitivamente sus instalaciones pasando a formar parte de los espacios declarados de interés cultural por la UNESCO. Un año después, con objeto de impulsar su actividad turística, se planteó un plan de ordenación que mejorase su accesibilidad y recuperarse el conjunto para usos culturales.

La Escuela de Gestión y Diseño se inscribe dentro del plan director diseñado por Rem Koolhaas y constituye la primera construcción ex novo del mismo. El edificio se levanta en el punto de acceso a las instalaciones, adoptando la geometría elemental de un cubo de 35 metros de lado inspirado en las construcciones aledañas, diseñadas por Fritz Schupp y Martin Kremmer en 1932.

El programa se dispone libremente sobre cuatro niveles de unos 1.200 metros cuadrados de superficie cada uno —en los que las actividades pedagógicas y de investigación confluyen con ciclos de prácticas—, rematados por una cubierta transitable que permite vistas del paisaje industrial. La planta baja aloja el espacio de recepción, un auditorio de 196 plazas, una cafetería y una pequeña zona de exposiciones; mientras que la segunda, con casi diez metros de altura libre, alberga los espacios de trabajo. En la tercera y la cuarta se ubican, respectivamente, la biblioteca, con zonas de estudio y seminarios y las oficinas, con distintos módulos separados por delgados tabiques de vidrio.

Con el fin de maximizar la superficie útil, la capacidad portante se reparte entre la envolvente exterior —perforada por 150 huecos de tamaño variable y distribución azarosa—, dos esbeltos pilares de acero de sección circular y tres núcleos de comunicación. El espesor de los cerramientos se reduce al mínimo eliminando el aislamiento térmico e incorporando un sistema de acondicionamiento consistente en una red de tubos embebidos en los muros que permiten la circulación de agua —bombeada desde una fuente natural de la mina— por toda la fachada a una temperatura de 27ºC. Los forjados de hormigón, aligerados con esferas de aire y fuertemente armados, dan lugar a losas de canto reducido capaces de salvar luces de hasta 16 metros con espesores de 50 centímetros. El paso de las instalaciones se realiza a través de una cámara que deja un suelo técnico elevado 40 centímetros por encima de la cara superior de las losas.