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Libro o bibliotecas. La primera biblioteca no ocupaba lugar: residía en la memoria humana; y la biblioteca del futuro será virtual, formada por una red infinita de conexiones. Aunque los avances en la difusión de la información y en la edición electrónica amenazan paradójicamente con hacer realidad la profecía de Victor Hugo —que el libro acabaría con la arquitectura—, las bibliotecas actuales se construyen aún como recintos destinados al depósito y la custodia del libro, prolongando la vigencia de un tipo consolidado a lo largo de siglos, del que los maestros modernos construyeron ejemplos canónicos.
Sumario
Luis Fernández-Galiano
Desórdenes de la memoria
Inventario en tres movimientos
Alfonso Muñoz Cosme
Colecciones y conexiones
Las arquitecturas del libro
Justo Isasi
Lecturas canónicas
Tres bibliotecas de maestros
Edificios: proyectos y realizaciones
Lecturas públicas. El contenido cultural y la función asistencial se entreveran en las bibliotecas públicas, cuyas arquitecturas desempeñan también un importante papel urbano. Los proyectos de Sevilla y Tarrasa atienden simultáneamente las solicitaciones del programa y del entorno; y el de Sallent recupera para esta localidad catalana un vestigio de su pasado industrial.
Arquitectura
Cruz y Ortiz
Biblioteca pública, Sevilla
Josep Llinás
Biblioteca pública, Tarrasa
Batlle y Roig
Biblioteca pública, Sallent
Saberes universitarios. En la dinámica universitaria conviven la vocación generalista con la tendencia a la especialización. Al primer modelo corresponden las bibliotecas de Vigo y Alicante, construidas como piezas centrales de campus de nueva creación; la de Navarro Baldeweg en la universidad norteamericana de Princeton es, sin embargo, un reducto musicológico. Noguerol y Díez
Biblioteca central, Vigo
Palmero y Torres
Biblioteca central, Alicante
Juan Navarro Baldeweg
Biblioteca Woolworth, Princeton
Libros, exposiciones, personajes
Museos mutantes. Rafael Moneo ha vencido en el segundo y, por ahora, definitivo concurso de ampliación del Museo del Prado, y Renzo Piano ha asumido la remodelación de una de sus obras emblemáticas: el Pompidou de París.
Arte / Cultura
Luis Fernández-Galiano
El Prado, suma y sigue
Jean-Claude Garcias
Pompidou, vuelta al orden
Especies del arte. Barcelona y Marsella dedican sendas exposiciones al arte de acción y a las instalaciones, que ofrecen oportunidades de constatar el peso de estas manifestaciones en el contexto de la producción del siglo. Juan Antonio Ramírez
Arte en acción
Octavi Martí
50 especies de espaciosPuntos de vista. Un libro reciente descubre las deudas de la arquitectura moderna con una disciplina tan aparentemente lejana como la apicultura, y otro enfoca la práctica contemporánea desde una perspectiva cuantitativa. Historietas de Focho
Jørn Utzon
Autores varios
Libros
Interiorismo, diseño, construcción
Materiales escolares. Las dimensiones infantiles dictan la estructura y el cerramiento vítreo de la guardería de Eduardo Arroyo; la exigencia de luz natural condiciona el delicado dibujo de lamas de madera del instituto de Mahler, Günster y Fuchs; y la decisión de adaptarse a una topografía abrupta conforma la potente volumetría de hormigón de la escuela de Burkard y Meyer.
Técnica / Estilo
Eduardo Arroyo
Guardería, Sondica
Mahler, Günster, Fuchs
Instituto, Ludwigsburg
Burkard y Meyer
Escuela, Brugg
Para terminar, el catedrático de construcción de la Escuela de Barcelona José Luis González releva a su homólogo Ignacio Paricio y pone el colofón a la serie anual de temas constructivos, dedicando su atención a los pavimentos; y Luis Fernández-Galiano relaciona los equívocos entre realidad y ficción de la película El show de Truman con los del ‘nuevo urbanismo’ norteamericano. José Luis González
Pavimentos
Resumen en inglés
Libro o bibliotecas
Luis Fernández-Galiano
El mundo de Truman
Luis Fernández-Galiano
Libro o bibliotecas
El libro solía habitar las bibliotecas. Hoy, sin embargo, el libro ha sido secuestrado por la industria del ocio, y las bibliotecas han pasado a integrarse en los circuitos de la información. Ocio e información no son incompatibles, pero ocupan espacios diferentes en la arquitectura simbólica de la sociedad contemporánea, y así, libro y bibliotecas se alejan como témpanos a la deriva. Los libros, que en otro tiempo alimentaban de forma capilar un delicado tejido de bibliotecas públicas y privadas, actualmente se producen y se consumen con una voracidad torrencial que no aspira a dejar detrás de sí residuo alguno: los depósitos se han transformado en flujos. Y las bibliotecas, que antaño tenían su razón de ser en los interminables anaqueles listados de volúmenes, hoy son edificios que ayuntan lo informativo y lo asistencial, construcciones ambiguas donde se cruzan la oficina administrativa, el centro cultural y el pabellón de servicios.
Si el libro ya no aspira a reposar en la biblioteca, y si la biblioteca ya no necesita ni desea tener libros, el editor se convierte en un agente comercial, y el bibliotecario en un especialista en máquinas y programas de ordenador, fracturando la vieja complicidad que soporta la relación entre el libro y la biblioteca. El consumo masivo de libros circunstanciales y la mecanización compulsiva de la biblioteca electrónica dibujan un paisaje en el que libro significa «best-seller vendido en grandes almacenes a través de campañas de promoción», y biblioteca es una manera apocopada de referirse a «pantallas que dan acceso a archivos, CD-ROMs o Internet.» En ese contexto, no es extraño que el estado de California haya decidido no construir más bibliotecas universitarias, dedicando en su lugar los recursos a la creación de bibliotecas virtuales, en las que no existan libros materiales, y que por tanto tampoco precisen de edificios físicos.
Pero cuando la biblioteca infinita de Babel con la que soñó Borges esté enteramente construida en el ciberespacio, y cuando los exploradores del universo laberíntico de los libros sean todos navegantes que surcan la red en la estela pálida de las pantallas, aún quedará un lugar para los lectores arcaicos que se extravían en la jungla digital, y aún quedara una función para las antiguas bibliotecas despojadas de libros. A medida que la lectura solitaria y la navegación electrónica se desplazan a los domicilios, las bibliotecas pueden llegar a ser los recintos de serenidad y silencio que en su día fueron las iglesias, hoy clausuradas para todo lo que no sea las ceremonias de culto o la curiosidad turística; permanentemente abiertas, luminosas y cálidas, aliviadas de la carga gravosa de los libros, pero también de la pesadilla insufrible de las máquinas, las bibliotecas pueden ser el refugio de jóvenes y ancianos frente a la algarabía escolar o el hacinamiento doméstico: un lugar colectivo y sagrado al servicio de la intimidad del individuo ensimismado.