Viviendas en Miraconcha, San Sebastián
Luis Peña Ganchegui 

Viviendas en Miraconcha, San Sebastián

Luis Peña Ganchegui 


Pocas ciudades españolas tienen como San Sebastián la facultad de contemplarse des­de sí mismas, y pocas ofrecen tan privilegiados puntos de observación: la ciudad desde la Concha, desde Ondarreta, desde el otro lado del río, desde Monte Igueldo...

En este espléndido escenario le cabe a Luis Peña desarrollar un difícil ejercicio: un grupo de viviendas colgado sobre la playa de la Concha en el antiguo solar del Colegio del Sagrado Corazón. Un poco por encima del Palacio Real, con plenas vistas y a plena vista, huella y gesto en Miraconcha. A la dificultad del ejercicio de composición en el alzado de la ciudad se añade la del pie forzado del Plan Parcial vigente. En efecto, la ordenación preveía en el solar del colegio una fila de tres bloques, sobre una gran terraza y con la consabida fórmula de bajos libres. El proyecto de Peña modifica este planteamiento, y produce un bloque continuo pero convexo: se forma así un patio pegado a la ladera y una plaza exterior en la que puede conservarse ahora la torre de la antigua capilla del colegio, que ayuda a configurar la nueva cornisa. No obstante, el volumen del edificio es lo bastante grande como para destacar notablemente del contexto; y la solución de la fachada descansa en dos materiales principales. El primero es el ladrillo rojo, elegido casi contra todo antecedente, ya que en el entorno próximo sólo aparece en gran masa en el Palacio Real, y como en ese caso recorta claramente el edificio sobre el fondo y permite una unidad de tratamiento y detalle de todo el edificio. El segundo es la carpintería de madera pintada de blanco que forma grandes galerías a lo largo de la fachada.

Así, unos elementos recogen tradiciones locales, como la galería, añadida de algunos cristales de color verde en los montantes y de baberos de cobre para cubrir el forjado, o el alero, con un vuelo importante que muestra las huellas del encofrado. Y otros aluden a la actualidad de la obra, a su carácter de nueva pieza intercalada, cómo la fábrica continua de ladrillo sobre la estructura de hormigón. La peculiar situación en ladera da origen a una serie de diseños especiales. Los muros de contención de la ladera, para formar la plaza, resultan de gran altura. Peña, acostumbrado a solucionar este encuentro con la montaña viva (recordemos la plaza del Tenis en el muelle de Ondarreta), desdobla el muro en su osatura de hormigón y su forro de ladrillo, que continúa el cerramiento del bloque.

Lo empinado del acceso a lo largo de una sinuosa carretera y la forma del solar aconsejaron un acceso de peatones mediante un ascensor sobre la calle. El ascensor compone un torreón que se une a las viviendas por un gran arco sobre la entrada al conjunto desde la carretera, configurando una imagen de fortaleza y un recorrido de acceso semejante a un paso de ronda sobre la muralla.

El proyecto inicial carecía de arcos, éstos aparecen en su obra haciendo ganar potencia a la imagen global. A ello contribuyen también los enormes óculos de ventilación del garaje que permiten aliviar y cerrar en parte la de otra forma desolada planta baja «libre» de la ordenanza.

Modificaciones finales han restado carácter al proyecto; acaso la más significativa sea el sacrificio a la economía de las galerías que organizaban la fachada dotando al interior de una espléndida relación con el exterior. Las galerías han sido privadas del cerramiento interior —la autén­tica fachada— habiéndose convertido así en una especie de muro cortina de carpintería que ha dejado sin efecto la estudiada articulación del generoso espacio proyectado tras ellas...[+]