El proyecto se encuentra en el bilbaíno barrio de Bolueta, junto a la ría del Nervión, en un solar que anteriormente habían ocupado varias construcciones ligadas a la transformación del acero. En 2005 se comenzó a gestar la propuesta para regenerar la zona a través de un conjunto de siete grandes bloques residenciales, con un total de 1.100 viviendas, que recuperaran para la ciudad este espacio degradado durante décadas por la actividad de la industria pesada. Así, en el año 2012, VArquitectos resultó ganador del concurso para la construcción de las dos primeras edificaciones, de 171 y 190 viviendas respectivamente, y tras la solicitud por parte de la propiedad de una mejora de la eficiencia energética del proyecto, se decidió adaptarlas al estándar Passivhaus.

Para conseguir esta categoría se estudiaron minuciosamente cada uno de los elementos de diseño, y en particular la definición de la envolvente. La fachada, recubierta con bandejas de panel composite de aluminio, se conforma mediante tres tipos de piezas: uno plano, y otros dos con inclinaciones opuestas (hacia arriba y hacia abajo). El esquema final, que ofrece una imagen quebrada y aleatoria, busca reducir el impacto visual de unos volúmenes de grandes dimensiones. Sin embargo, este caos aparente se apoya compositivamente en bandas verticales donde los tipos de piezas se encadenan con unos criterios claros: las franjas sin huecos siguen el mismo ritmo (plana, abajo, arriba); en cambio, para aquellas con huecos hay dos secuencias diferentes. Finalmente, se procura que no coincidan superficies contiguas con la misma inclinación. De este modo, el patrón repetitivo de las ventanas se integra en un alzado fragmentado, rítmico y brillante cuyos colores remiten a los materiales que han forjado el carácter de este área bilbaína, el acero y el carbón.

Para conseguir un consumo casi nulo, además del regruesado del aislamiento, el uso de soluciones constructivas que eliminen —o reduzcan al máximo— los puentes térmicos y el empleo de carpinterías de altas prestaciones, es preciso que las viviendas sean estancas al paso del aire. Al evitar infiltraciones no deseadas, se garantiza una renovación controlada y de calidad, así como la posibilidad de recuperar hasta el 90% del calor del aire viciado interior. En total, estas mejoras supusieron un aumento del 3% del presupuesto de ejecución material, pero incrementaron en un 80% la eficiencia del proyecto inicial. Además, el resultado está dentro de las ratios económicas por metro cuadrado habituales de VPO del País Vasco. La primera torre, terminada en 2018, se convirtió con sus 88 metros en el edificio certificado Passivhaus más alto del mundo.