La atención al contexto físico, ya sea natural o arquitectónico, y el profundo respeto hacia la cultura local, tanto por sus gentes como por sus materiales y sistemas constructivos tradicionales, fueron los catalizadores del proyecto para esta vivienda mediterránea situada en el Bajo Ampurdán. Las estrategias básicas para la implantación de la casa en el solar consistieron en buscar el mínimo impacto en la topografía existente, respetar las zonas arboladas existentes, evitar el conflicto con los volúmenes vecinos, y priorizar las vistas. Así, dos paralelepípedos, uno orientado hacia el mar (norte-sur) y otro encarado a la arboleda y al campo (este-oeste), definen un volumen en forma de L. Una terraza longitudinal lo atraviesa, creando a su paso una estancia semiexterior y vertebrando una litúrgica promenade que culmina en una alberca abierta al singular cruce de paisajes de mar, campo y montaña. La marcada horizontalidad de la composición no se ve alterada con la adición de un dormitorio en una segunda planta gracias a su cubrición con una bóveda catalana de que evoca la arquitectura vernácula de la comarca, a la que también alude el uso de muros de carga acabados con un mortero elaborado con guijarros del cercano río Ter y térreas piezas cerámicas de La Bisbal, industria local de gran tradición.