La nueva sede de la Fundación Botín en Madrid coloniza un edificio industrial levantado en 1920 por el arquitecto Gonzalo Aguado y que durante décadas fue una fábrica de platerías, antes de convertirse en una tienda de mobiliario. La idea fundamental de la intervención ha sido devolver al edificio su originario carácter industrial, y recuperar su luminosa atmósfera interior a través de intervenciones de diverso calado. En primer lugar, se reabrieron los huecos de la fachada antes tapiados, así como los lucernarios originales, de manera que volviesen a bañar de luz natural el interior del edificio. Estas medidas se complementaron con la apertura de un atrio en doble altura que conecta el acceso con las plantas superiores, y que está rematado con una gran linterna abierta entre las cerchas de acero de la cubierta, y revestida con madera, al igual que el suelo.

El programa se distribuye con claridad en torno a este atrio. La planta baja acoge las actividades abiertas al público general, y se ha tratado como un espacio modulado y con particiones móviles que pueden adaptarse a los cambios de programa. Por su parte, la planta primera corresponde a los ámbitos privados destinados a la gestión de la fundación, y es, en realidad, una gran nave diáfana cubierta directamente por la estructura de cerchas industriales y protegida por los muros de fábrica de ladrillo originales del edificio.