Ubicado en el conjunto de los antiguos cuarteles de Daoíz y Velarde, el nuevo centro cultural busca el equilibrio entre pasado y presente adaptando la arquitectura original a funciones y sistemas energéticos actuales. El complejo militar fue construido a finales del siglo XIX junto a las vías de la estación de Atocha y representa una buena muestra de la edificación industrial madrileña. En 1988, el Ayuntamiento aprobó un plan especial de protección de los edificios, que se destinan a un centro polideportivo —llevado a cabo por Oscar Tusquets—, la sede de la Junta Municipal de Retiro —completada por Rafael de La-Hoz en 2004— y, finalmente, un teatro y un centro cultural.

El proyecto de rehabilitación parte del vaciado del edificio histórico, que se convierte en la envolvente de los nuevos usos. La nave, de planta trapezoidal, se desarrolla como un único volumen de sección constante limitado por una cubierta en diente de sierra que destaca por la ligereza y el carácter repetitivo de sus piezas. Entre la antigua piel y las nuevas estancias se crea un espacio de separación que potencia la imagen del muro de ladrillo y funciona como filtro entre el interior y el exterior. Dos áreas diferenciadas con accesos y circulaciones independientes albergan los programas de teatro y centro cultural respectivamente. Debido al desnivel de la parcela, desde la calle del Alberche se accede a la planta inferior, mientras que desde la calle peatonal se entra directamente al nivel superior, a un gran vestíbulo de bienvenida que funciona como continuación del espacio público. La única pieza visible desde el exterior corresponde a la caja escénica del auditorio que, revestida mediante planchas metálicas, contrasta con la textura del muro existente.

Además de conservar las características termodinámicas del edificio original —como la inercia del cerramiento o la captación natural de la cubierta—, la intervención incorpora sistemas de energía renovable que inciden en el carácter sostenible de la rehabilitación. La climatización, tanto de calefacción como de refrigeración, se resuelve utilizando las losas de forjado como elementos termoactivos que aseguran un alto nivel de confort mediante calor radiante y acumulan energía de baja potencia procedente de 33 pozos geotérmicos de 157 metros. Por otra parte, se instala un sistema de intercambio formado por tubos enterrados a un metro de profundidad bajo la losa de cimentación que, por contacto con el terreno, atemperan el aire antes de llegar a las unidades de tratamiento. La combinación de estos dos sistemas reduce el gasto final de energía a un tercio de la demanda convencional.

La intervención respeta la geometría en diente de sierra y la estructura metálica de la cubierta original pero adapta técnicamente su cerramiento para optimizar la iluminación y la ventilación natural.