El hallazgo del depósito del Rei Martí fue fortuito: el antiguo aljibe de la finca de la torre Bellesguard, obra de Gaudí, había quedado oculto bajo un bosque de pinos hasta que hace veinte años, debido a unas obras, un camión comenzó a hundirse en el terreno y se pudo comprobar con asombro que bajo él yacía un espacio de 600 metros cuadrados.

La transformación del depósito en una nueva dotación cultural ha buscado mantener su condición de ‘espacio encontrado’, y se ha traducido en una serie de estrategias pensadas para mantener y revalorizar su geometría y materialidad. En primer lugar, se ha creado un nuevo acceso en forma de rampa de hormigón impreso que dota al depósito de visibilidad pública, sin alterar su geometría. En segundo lugar, se ha saneado la cara superior de las bóvedas del depósito, colocando una hoja exterior de hormigón armado de 8 centímetros de espesor que conecta las estructuras de fábrica y dota de rigidez al conjunto. Finalmente, se ha limpiado la sala del depósito, actuando de manera cuidadosa sobre los pilares de ladrillo macizo colocados cada 3,5 metros y sobre las bóvedas tabicadas a la catalana, de tres vueltas. Para mantener el protagonismo de la cerámica en los espacios interiores, se han revestido los paramentos con piezas de madera colocadas en una malla de alambre galvanizado según una modulación que resuena con la del aparejo de las bóvedas...[+]