Situado en una amplia parcela junto al parque tecnológico de la localidad de Sarriguren, a 9 kilómetros de Pamplona, el nuevo edificio debía incluir, en una superficie de 10.500 metros cuadrados de oficinas (más 8.745 de aparcamiento), un programa extenso y relativamente complejo, dividido en distintas áreas funcionales, por lo que la primera decisión del proyecto fue determinar, en estrecha colaboración con el cliente, la estructura y la organización de los diferentes usos. Finalmente han sido decisiones más conceptuales y arquitectónicas las que han logrado dotar al conjunto de claridad funcional y de la capacidad suficiente para adaptarse a futuros cambios de programa. Así, el edificio se configura como un gran mineral excavado, abierto en su interior para que la jardinería de la parcela invada la construcción hasta su centro geométrico. El perímetro exterior —claro y delimitado— contrasta con el interior —quebrado y abierto—. 

Tanto la geometría del edificio como su materialización exterior, de vidrios laminares que tienen en su interior una malla de acero inoxidable capaz de producir reflejos y texturas con la incidencia de la luz, abundan en esta idea de configurar una pieza mineral. La pieza así concebida se coloca en el ‘sitio’ apropiándose del mismo y, en la medida en que la parcela se introduce en el corazón del edificio creando complejidades espaciales y visuales, y diluyendo y enriqueciendo el límite entre el interior y el exterior, se establece un diálogo entre el volumen construido y el lugar.

El perímetro exterior queda conformado por todos los espacios que según los requisitos del programa deben quedar cerrados y dotados de privacidad acústica, dejando todo el interior abierto al gran espacio ajardinado central, con una organización de oficina paisaje, más abierta y desestructurada. Si bien el perímetro del edificio no queda cerrado —se trata básicamente de una planta en forma de U—, en la altura más elevada se construye un ‘puente’ que permite la comunicación entre los diferentes usos, evitando así desplazamientos innecesarios. La orientación del edificio sitúa el perímetro exterior hacia sur, este y oeste, mientras el gran jardín interior, más protegido, queda orientado hacia el norte. Al exterior, un sistema de doble fachada acristalada y ventilada garantiza el buen funcionamiento térmico, especialmente en los meses de invierno. El espacio interior, protegido de los vientos y ajardinado con árboles de gran envergadura, se convierte en verano en un lugar fresco que funciona como un pulmón para la refrigeración natural del edificio.