Durante los años sesenta, la construcción de la sede de ESB supuso la controvertida demolición de dieciséis viviendas del siglo XVIII y la alteración de la singular fachada de la calle Fitzwilliam, conocida como la ‘milla gerogiana’. El nuevo edificio de la compañía, además de reforzar su presencia en el centro de la ciudad, perseguía ser un acto de reparación. Para ello, la intervención debía evocar la fachada original tanto en el sentido del ritmo como en sus sistemas constructivos. Así, el complejo de oficinas se oculta tras un sólido muro de carga de ladrillo de 80 centímetros de espesor, 120 metros de largo y 20 de alto, que busca recuperar el frente urbano perdido. Además, el nuevo edificio presenta una modulación de 7,5 metros que replica la crujía de las casas originales y define desde el ritmo de la estructura hasta las dimensiones de los espacios, pasando por la composición de los huecos. En cuanto a la distribución, el programa se fragmenta en una agrupación de volúmenes de 15 metros de ancho y 60 de fondo intercalados con seis patios que maximizan la entrada de luz natural y enfatizan la porosidad del conjunto. Anteriormente reservado en exclusiva para la aristocracia, el bloque se abre ahora a los ciudadanos a través de una ruta pública de 60 metros que lo atraviesa...[+]